La desigualdad en tiempos del populismo: una conversación con Branko Milanovic

Workers are pictured beneath clocks displaying time zones in various parts of the world at an outsourcing centre in Bangalore, February 29, 2012. India's IT industry, with Bangalore firms forming the largest component, is now worth an annual $100 billion and growing 14 percent per year, one of the few bright spots in an economy blighted by policy stagnation and political instability. Picture taken on February 29, 2012.  To match Insight INDIA-OUTSOURCING/  REUTERS/Vivek Prakash (INDIA - Tags: BUSINESS EMPLOYMENT SCIENCE TECHNOLOGY) - RTR30CVG

Image: REUTERS/Vivek Prakash

Borja Barragué
Profesor de Filosofía del Derecho, Universidad Autónoma de Madrid.
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Como nos contaba Gonzalo López en este artículo, Agenda Pública ha comenzado a organizar en Madrid (hasta ahora en el emblemático Café Gijón) encuentros periódicos con personas relevantes de los mundos académico o político (o ambos), ampliando una actividad que hace aproximadamente un año comenzó en Barcelona. Así, el pasado 20 de diciembre tuvo lugar la tercera comida-conversación AP en la que el invitado era el economista de la City University of New York y del Luxembourg Income Study Center, Branko Milanovic, que este año ha publicado este estupendo libro sobre la desigualdad global. El resto del artículo resume los puntos más importantes de la conversación con Milanovic, cuyo guión principal puede consultarse aquí.

El futuro de la socialdemocracia en el contexto de la globalización

Enlazando con la segunda comida AP madrileña con Ignacio Urquizu y Nacho Álvarez, la conversación arrancó con el título que Branko daba a este post que colgó en su blog el octubre pasado: Will social democracy return? Como observan Avner Offer y Gabriel Söderberg en The Nobel Factor –el libro que Milanovic reseña en su post– es posible que la pérdida de votos de la socialdemocracia (este gráfico que The Economist titula con bastante mala leche “Left Behind” ilustra bien la evolución electoral de los partidos socialdemócratas) se explique por al menos dos razones.
La primera, que su razonable éxito en la práctica nunca tuvo su correlato en la teoría (el premio Nobel tendió a favorecer la versión neoliberal de la economía: “The Nobel factor”). Segundo, que la socialdemocracia se abandonó a sí misma cuando los partidos que habían concebido la socialdemocracia –el Labour británico, el SPD alemán– dejaron de confiar el liderazgo a trabajadores y activistas sociales y se lo entregaron a elites para quienes la redistribución era una cosa de pobres, vagos y pobres y vagos. Esta última circunstancia, piensan Offer y Söderberg, abre la puerta a que la socialdemocracia tenga un revival en los tiempos de polarización electoral que vienen, pero esta vez de la mano no de los partidos socialdemócratas tradicionales, sino de los que se han situado a su izquierda en el espectro político (Syriza, Podemos, Bloco de Esquerda, etc.).

Aunque sugerente, Milanovic cree que en los últimos años han ocurrido cuatro cambios que hacen improbable que volvamos al statu quo que hizo posible la aparición y éxito de la socialdemocracia:

  • El multiculturalismo, que actúa como un límite al “retorno” de la socialdemocracia porque ésta fue concebida para sociedades étnica y culturalmente homogéneas;
  • El final del Fordismo, porque el aumento de la heterogeneidad en los perfiles de los trabajadores ha minado el electorado de la socialdemocracia;
  • La transición demográfica, que pone en riesgo la viabilidad de los sistemas de pensiones de reparto y que obligaría a reformas que no son sencillas en términos electorales;
  • La globalización, entre cuyos perdedores encontramos a buena parte de las clases bajas y medias de los países de la OCDE

Estos cambios –en concurso con otros factores– le llevan a Milanovic a pensar que el retorno a la época dorada de la socialdemocracia es más bien improbable. “Pero Branko, si el neoliberalismo no ha funcionado demasiado bien y no es demasiado probable que se den las condiciones objetivas requeridas para una “vuelta” de la socialdemocracia, ¿entonces qué?” “Bueno, ocurre que soy mejor describiendo el pasado que prediciendo el futuro. Aunque no sé si eso responde tu pregunta…”.

El elefante en la habitación de la globalización

De la misma forma que Antonín Panenka es “el del penalty”, para muchos Branko Milanovic es “el del gráfico del elefante”. Milanovic abre su “Global Inequality” con una pregunta: “¿Quiénes son los ganadores de la globalización?”, cuya respuesta ilustra con el gráfico del elefante (los puntos rojos representan las ganancias acumuladas en renta disponible de las diez decilas de EEUU).

Fuente: Branko Milanovic (2016).

En efecto, los beneficios de la globalización no se han distribuido homogéneamente entre las distintas partes de la distribución global de los ingresos. Los ganadores más evidentes de la globalización son los percentiles 20 a 70 de la distribución global de ingresos, lo que refleja la enorme cantidad de gente que ha salido de la pobreza en China y supone la conformación de una nueva gran clase media mundial. Pero la famosa curva del elefante muestra que mientras que algunos grupos de la población mundial han ganado, otros no han mejorado prácticamente nada, como ocurre con los situados entre los percentiles 75 a 95. Este estancamiento de las expectativas seguramente se traduce en un aumento de la inseguridad económica no sólo para ellos, sino también para sus hijos. “Ahora bien, ¿estamos seguros, Branko, de que la causa de este estancamiento es la globalización, y no otros factores, como por ejemplo la automatización del empleo?”.

“Una cosa son los hechos”, dijo Milanovic, “y otras las causas”. “Los hechos son que en el periodo 1988-2008 la distribución global de ingresos se ha comportado como refleja el gráfico del elefante. Eso es así. Lo que podemos discutir son las causas de ello, y en ese punto en efecto yo mismo creo que no podemos hablar de una sola causa (la globalización), sino que el cambio tecnológico y determinadas políticas económicas como las rebajas de impuestos han jugado también un papel importante”. Pero incluso concediendo esto, Milanovic piensa que el determinante principal de la evolución de la distribución mundial de ingresos es la globalización, hasta el punto de que en su opinión es probable que tanto el cambio tecnológico como los cambios en política tributaria en muchos países respondan a la globalización.

Descontento, polarización y el trilema de Rodrik

La (muy) desigual distribución de los frutos de la globalización entre los distintos grupos de la población mundial ha provocado un descontento social sin el cual fenómenos políticos como el Brexit o la victoria de Trump son difícilmente explicables. Como dice el propio Milanovic en una entrevista publicada recientemente en The New Republic, “¿[hay gente que] piensa realmente que Trump, Brexit, Le Pen, el auge de muchos partidos populistas de derechas en Europa, etc. no tiene nada que ver con la economía? ¿Que de repente todos estos nacionalistas y nativistas excéntricos se han unido gracias a los medios de comunicación para derribar el orden establecido?”. El siguiente gráfico ilustra este “auge del votante cabreado”.

Fuente: Marvin Barth (Barclays).

Efectivamente, es probable que esta “política del cabreo” sea un reflejo nítido del trilema de Rodrik, de acuerdo con el cual democracia, soberanía nacional e integración económica global son incompatibles: podemos combinar cualesquiera dos de los tres, pero no tener los tres al mismo tiempo. Con todo y con eso, Milanovic sigue pensando que la globalización es un objetivo deseable porque “reduce los obstáculos entre la población del mundo”. Pero entonces, ¿cómo hacer que los gobiernos reduzcan el incremento de las desigualdades que tienden a desatar fuerzas que pueden terminan provocando conflictos importantes?

En este punto Milanovic mencionó expresamente dos vías. La inversión en capital humano, que reduciría el número de “perdedores” de la globalización porque estarían mejor preparados para competir en la escala global, y algo a lo que se refirió como “give people financial assets”, es decir, otorgar un capital a todos los ciudadanos al cumplir la mayoría de edad (para asegurarnos, por ejemplo, de que nadie se queda fuera de la Universidad no porque tenga escasez de capital humano, sino financiero). La primera medida aumentaría el capital humano de la gente, la segunda su capital financiero. Y es que según Milanovic, en un contexto en el que la globalización ha limitado significativamente el ámbito de actuación de los gobiernos en materia de política económica, dirigir la intervención pública no tanto a compensar a los “perdedores” de la globalización sino a dotarles de un capital (humano y financiero) tal que evite que se conviertan en “perdedores” es una orientación de política económica que merece la pena explorar.

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