El futuro del progreso económico

Latinoamérica en 2017: un año de retos

Image: REUTERS/Carlos Jasso

Pedro Aznar
Profesor del Departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad, ESADE
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El futuro del progreso económico

El año 2016 fue complicado para Latinoamérica. De forma agregada, su Producto Interior Bruto cayó un 0.8%, aunque gran parte de esta contracción puede explicarse por el comportamiento de Brasil (-3.6%), que está inmerso en un proceso de recesión y ha vivido una situación política compleja con la destitución de su Presidenta hace un año; y de Venezuela, que con una caída de su PIB del 12.2% vive una tensa situación económica y política que cada vez resulta más insostenible.

Este panorama, aunque pueda parecer sombrío, no lo es del todo: aquellas economías que han conseguido un mayor grado de industrialización ahora dependen menos de las exportaciones de materia prima y dotan a sus países de credibilidad en sus políticas económicas, por lo que han mostrado un comportamiento mucho más positivo. Por citar algunos ejemplos de este contraste, México creció un 2.3%, Costa Rica un 3.7% y Perú un 3.3%.

¿Qué puede esperarse para 2017?

En primer lugar, un ejercicio de realismo implica reconocer que el contexto externo es en gran medida negativo. Por un lado, el menor crecimiento de las economías emergentes y, en especial, la orientación de China hacia un crecimiento más interno y basado en servicios, reduce su demanda de materias primas, presionando los precios a la baja; la plata, el cobre o el gas natural muestran precios que se han recuperado parcialmente, pero con cotizaciones muy inferiores a las de hace 4 o 5 años.

Por otro lado, la Reserva Federal ha iniciado un camino de normalización de la política monetaria que implica un año en el que potencialmente pueden producirse varias subidas de tipos de interés. Estos aumentos del tipo de interés presionan el dólar al alza y reducen el valor de las divisas de los países latinoamericanos.

En los últimos años las empresas no financieras en Latinoamérica han aumentado su endeudamiento y además, en muchas ocasiones, en dólares, lo que implica que la subida del dólar y la caída de valor de sus monedas reducen el valor de sus activos y dificulta el pago de la deuda. Se trata de un contexto en el que no pueden descartarse episodios de incertidumbre financiera y alta volatilidad en los mercados.

También dificulta el panorama de algunos países la postura internacional que adopte la Administración Trump, pues habrá que comprobar si su orientación claramente proteccionista afecta a las exportaciones de México y otros países claramente orientados hacia la exportación a los Estados Unidos. A estos factores debe añadirse la escasa capacidad de reacción de la política fiscal, ya que el déficit público de muchos países y las dificultades de obtener financiación dificultan políticas expansivas.

A su vez, debe considerarse la política monetaria, en gran medida condicionada por aumentos de inflación superiores a los objetivos fijados por los Bancos Centrales y condicionados por mayores precios al importar, que se trasladan a precios del consumidor.

Aunque el año 2017 será complicado, Latinoamérica tiene un enorme potencial: con 163 millones de habitantes, alrededor del 25% de su población joven, de entre 15 y 29 años, con capacidad para generar crecimiento.

El acceso a la educación en muchos países ha mejorado notablemente y en algunos se observa como las exportaciones de productos elaborados muestran crecimientos superiores a los de las materias primas, como Chile en el 2016.

En gran medida, el futuro de muchos países latinoamericanos pasará por ser capaces de afrontar dos retos clave, que además están interrelacionados entre ellos. En primer lugar, la creación de una clase media que represente un porcentaje importante de la población con capacidad para consumir, lo que sin duda implica continuar en mayor medida con la reducción de la desigualdad.

En segundo lugar, aplicar las reformas estructurales, no sólo económicas sino también políticas, que permitan generar confianza en los inversores internacionales. No solo en los mercados financieros, sino inversión en la economía real, aquella que a la larga supone mayor productividad y, por tanto, prosperidad. A pesar de un 2017 de dificultades, el futuro de Latinoamérica no está escrito y pasa en gran medida por la voluntad de afrontar sus retos en el largo plazo.

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