Tres preguntas para darle sentido a tu vida

Paolo Gallo
Adjunct Professor Bocconi University, Founder Compass Consulting, Executive Coach
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Mi padre nos había prometido a mi hermana melliza y a mí que estaría en casa para nuestro primer día de clases.

Trabajaba en San Pablo, Brasil, y solo volvía a casa en Milán, Italia, dos veces al año, en agosto y Navidad. Y el gran día finalmente llegó, pero cuando nos despertamos esa mañana, él no estaba. Nos sentimos devastados, pero a pesar de nuestra decepción, seguimos entusiasmados por el inicio de las clases. El primer día pasó volando, y cuando sonó el timbre al final del día, nuestro padre nos estaba esperando en las puertas de la escuela. Estaba lleno de alegría, y mi hermana y yo corrimos a sus brazos. Camino a casa lo bombardeamos con nuestras historias: le contamos lo que habíamos hecho en la escuela, los nombres de nuestros nuevos compañeros de clase y del maestro, la pizarra con tizas de colores, el mapa de Italia en la pared.

Y nuestras historias continuaron también en casa, mientras almorzábamos en familia. Cuando terminamos de comer, mi padre me miró a los ojos y dijo: "Paolo, a partir de mañana, no hables de lo que hiciste, pregúntate qué has aprendido, si ayudaste a otras personas y si amas lo que estás haciendo, porque eso es lo más importante".

Me puso la mano en el hombro, me miró a los ojos de nuevo, como si fuera un adulto, y se puso de pie. Unas horas más tarde tomó un avión de regreso a Brasil. Había cumplido su promesa, tres días de viajes para estar 6 horas con nosotros.

De todos los millones de palabras que he escuchado y leído a lo largo de los años, esas palabras que me dijo mi padre el 1 de octubre de 1969 influyeron en mi vida más que todas las demás. ¿Qué aprendí ese día? Aprendí a no pensar en las respuestas correctas sin antes haber descubierto las preguntas correctas. ¿Me gusta lo que estoy haciendo? ¿Estoy aprendiendo algo? ¿Estoy ayudando a alguien? Porque eso es lo único que importa.

A continuación verá cómo aplicar esas preguntas a su vida profesional.

Primera pregunta: ¿He aprendido algo nuevo?

Doscientos años atrás, la expectativa de vida era de aproximadamente 40 años. Esta se ha incrementado en alrededor de 2 años por década desde entonces. En 2060, la expectativa de vida será de casi 100 años. ¿Qué implicaciones tiene esto para nosotros y la sociedad?

Necesitamos pasar de una vida dividida en tres fases: "obtener un diploma, trabajar, jubilarse", a una en la que nos convirtamos en imparables máquinas de aprendizaje. ¿Realmente cree que su conjunto actual de habilidades y conocimientos será suficiente para llegar hasta el final de su vida profesional?

A la mayoría de nosotros nos gustaría ser una máquina de aprendizaje. Pero, ¿cómo hacer que esto realmente suceda? Estas son algunas sugerencias.

Ser curioso

Si piensa en Leonardo da Vinci, ¿qué palabra le viene a la mente? ¿Pintor? ¿Científico? ¿Escritor? ¿Inventor? ¿Arquitecto? Él era todo eso: como la encarnación del término "hombre del Renacimiento", cambiaba de una a otra disciplina, evitando el tipo de especialización excesiva que nos impide ser capaces de pensar y comprender la asombrosa complejidad que nos rodea.

¿Cuándo fue la última vez que hizo algo por primera vez?

El aprendizaje no es algo que sucede únicamente en la universidad, en la escuela o en un curso profesional en su empresa. Lo que hacemos en nuestro tiempo libre puede enseñarnos lecciones que impulsen nuestra vida laboral. ¿Entrenó a un equipo deportivo de aficionados? Empezó a aprender a manejar un equipo. ¿Es tutor de algún estudiante? Aprendió a motivar a las personas. ¿Vendió algo; por ejemplo, un mueble en eBay, o hizo un trabajo diferente por dinero extra? Aprendió la psicología de los compradores. ¿Realizó un trabajo como asesor en la política local o se ofreció como voluntario en una campaña a la que adhiere? Comprendió la complejidad y la dinámica de un grupo. ¿Fue guía de los visitantes de un museo o mostró los paisajes de su ciudad? Aprendió a captar la atención de la gente. ¿Trabajó como barman? Bien hecho, aprendió una gran habilidad: manejar a los clientes difíciles (en este caso, borrachos). ¿Trabajó de niñera? Creció su sentido de responsabilidad. En otras palabras, muchos trabajos aparentemente triviales pueden formar elementos clave en su experiencia laboral. Personalmente, he aprendido más sobre la pobreza trabajando como voluntario en un centro para personas sin hogar que leyendo cualquier informe.

Aprender de las personas

Reflexionemos sobre este simple punto: cada persona que conoce en la vida sabe más acerca de un tema determinado que usted. Por lo tanto, podemos aprender de todos, y sobre todo de los mejores maestros del mundo: los niños. Mi hija Sadika me dio una lección maravillosa cuando tenía solo cuatro años. Estaba trabajando y vino a darme un beso. "Ahora no, estoy ocupado trabajando", le dije. Me miró con incredulidad y dijo: "Papá, nunca rechaces un beso de alguien que te ama".

Redefinir qué es el fracaso

Hagamos un juego: redefinamos la palabra FRACASO. ¿Puedo sugerir "Primeros intentos de aprendizaje"? Me cuesta mucho aceptar que lo contrario del éxito es el fracaso.

Por el contrario, creo que un elemento clave del éxito es el fracaso, siempre que aprendamos la lección. A lo largo de nuestras vidas, acumulamos muchos fracasos exitosos. Todos aprendemos cometiendo errores. Recuerde cuando aprendió a caminar, o ayudó a un niño a aprender a caminar. ¿Pensó que había fracasado o que estaba aprendiendo? Nuestra construcción genética nos permite recuperarnos cada vez que nos tambaleamos. Como Nelson Mandela dijo una vez: "Nunca pierdo, gano o aprendo".

Segunda pregunta: ¿Estoy ayudando a otros?

Permítame presentarle a Sabine Choucair, del Líbano. La conocí en una conferencia llena de gente importante con títulos como director ejecutivo, presidente o moderador. Su título: payasa. Por lo tanto, fui a escuchar su historia, ya que se necesita coraje para ser payaso. Con un grupo de gente maravillosa pasó semanas en Lesbos, una pequeña isla en Grecia, dándoles la bienvenida a los refugiados de Siria. Lo único que quería era darles unos segundos de alegría y de contacto humano. ¿Qué tiene esto que ver con el éxito?, podría preguntar. Esa pregunta la haría la parte más pragmática de su personalidad.

¿Quiénes son las personas más exitosas: las que dan, las que reciben o las que combinan ambas cosas? Las que reciben quieren algo de usted, las que combinan ambas cosas esperan reciprocidad, mientras que las que dan quieren ayudar y brindar algo, como su tiempo, energía, contactos, conocimiento, opiniones o simplemente consejos. Esta pregunta va al corazón de la forma en que nos relacionamos con las personas que nos rodean. ¿Cuál cree que es la respuesta correcta: las que dan, las reciben o las que combinan ambas cosas? La respuesta correcta a esta pregunta es "las que dan", siempre que entiendan la diferencia entre complacer a otros y ayudar a otros. Esta fue la conclusión del psicólogo Adam Grant en su libro "Dar y recibir".

Considere esto. Ayudar a otros consigue que lo contraten. La red de contactos no se trata de llamar a alguien cuando lo necesita sino de invertir tiempo, energía y respeto en las relaciones. ¿Quién recibe más ofertas de trabajo? Los candidatos que, además de estar calificados, han construido relaciones positivas basadas en la confianza, la integridad y la reputación. No se trata de escribir un CV elegante, se trata de crear relaciones significativas.

Tercera pregunta: ¿Ama lo que hace?

Me di cuenta del verdadero significado del consejo de mi padre cuando, muchos años después, leí una cita de Mark Twain:

"Los dos días más importantes de su vida son el día en que nació y el día en que averiguó para qué".

Las preguntas de mi padre se volvieron más significativas. No se trata solo de encontrar cosas que nos gustan, sino de encontrar su propósito. ¿Por qué está aquí, haciendo lo que hace, en este momento? ¿Qué significa para usted?

Permítanme describir el segundo día más importante de mi vida. Después de graduarme, trabajé en la banca de inversiones y después en el Banco Mundial. Durante los primeros seis meses en el Banco Mundial, pensé que había cometido el peor error de mi vida. Había renunciado a los bonos, las opciones sobre acciones y al hermoso auto de la empresa. Y para colmo, cuando me mudé a Washington, mi novia me dejó en el momento en que abordaba el avión.

Después de varios meses miserables, fui en mi primera misión en 1996 a una aldea remota en la Región Occidental de Camerún. El conductor, George, me llevó a visitar un proyecto agrícola; después de recorrer muchos kilómetros por una carretera polvorienta se detuvo delante de un pozo y me contó que antes de que lo construyeran, su madre tenía que caminar 6 kilómetros hasta el río para recoger agua con un pequeño cubo. Entonces el Banco Mundial, junto con la ONU, construyó el pozo, que estaba a solo unos cientos de metros del pueblo donde vivía y eso le había cambiado su vida. Aunque yo no había tenido nada que ver con el pozo, George quería agradecerme y me llevó a visitar su aldea. Conocí a su madre y nos abrazamos por un largo rato, era una mujer con una asombrosa dignidad. Me di cuenta más tarde de que en este pueblo olvidado, había experimentado el segundo día más importante de mi vida.

Y eso me retrotrajo a las preguntas que me había hecho mi padre 48 años antes. ¿Te gusta lo que haces, estás ayudando a los demás, estás aprendiendo? Mi padre me dio como regalo tres preguntas poderosas que han estado en mi corazón desde entonces. Y han sido mi brújula de éxito.

Incluso si olvida estas tres preguntas, aférrese a un punto simple: nunca jamás rechace un beso de alguien que lo ama.

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