COVID-19

Cómo puede ayudar el mundo ante la propagación del coronavirus a los países más pobres

No permitamos que COVID-19 explote las desigualdades entre ricos y pobres, norte y sur, hombre y mujer.

No permitamos que COVID-19 explote las desigualdades entre ricos y pobres, norte y sur, hombre y mujer. Image: REUTERS/Luc Gnago

Chema Vera
Interim Executive Director, Oxfam International
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Cuarenta millones de personas. Esa es la escalofriante cifra de personas que podrían morir a escala mundial a causa del coronavirus a menos que se actúe con urgencia, según el Imperial College de Londres. Podríamos estar ante la mayor catástrofe humanitaria global desde la Segunda Guerra Mundial.

Hablar del mundo resulta duro estos días. Todos estamos sintiendo en primera persona el doloroso impacto del coronavirus. Representa una amenaza para todos. Aquí en Madrid solo llevamos diecisiete días de confinamiento. El mejor momento, si es que los hay en estos días tan deprimentes, es cuando aplaudimos desde nuestras ventanas y balcones para rendir un homenaje a nuestros trabajadores sanitarios. Ellos, junto con los trabajadores humanitarios, los cuidadores y nuestros amigos cercanos, mantienen en pie nuestro mundo, que se está tambaleando.

Pero debemos hablar del mundo. En este preciso momento, todos necesitamos la ayuda de los demás. El mensaje no puede ser más claro: ninguno de nosotros estará a salvo hasta que todos estemos a salvo. La expresidenta Ellen Johnson Sirleaf, que venció al Ébola en Liberia, lo expresaba así: «Un brote de coronavirus en algún lugar es una amenaza para toda la humanidad».

En estos momentos, el epicentro de este virus mortal son los países ricos. Mi pareja, que trabaja en enfermería, me cuenta las desgarradoras historias que no transmiten los números. De doctores obligados a elegir a quién dejar morir y a quién salvar. Hemos encontrado a algunos de nuestros ancianos abandonados y muertos en sus camas. No olvidemos que hablamos de un país en el que tenemos un médico para cada doscientas cincuenta personas.

Pensemos ahora en un país como Zambia, que tiene un médico para diez mil personas. En Malí tienen tres respiradores por cada millón de personas. Sí, el coronavirus representa una amenaza para todos nosotros y se nutre de las enormes brechas que dividen nuestro mundo, haciendo que todos estemos menos seguros.

Podremos vencer esta pandemia —y evitar una catastrófica pérdida de vidas— si le plantamos cara en todos los países. Todas las personas. Los gobiernos deben saberlo: ahora mismo, no hay más opciones.

Las naciones pobres con sistemas sanitarios frágiles se están ahogando en deudas, mientras que las naciones ricas están demostrando que pueden liberar billones para construir hospitales nuevos y mantener a flote sus economías.

Esto supone actuar para que el coronavirus deje de aprovechar la desigualdad existente entre las naciones ricas y las pobres. Las naciones pobres con sistemas sanitarios frágiles se están ahogando en deudas, mientras que las naciones ricas están demostrando que pueden liberar billones para construir hospitales nuevos y mantener a flote sus economías.

Esto supone actuar para que el virus deje de aprovechar la desigualdad existente entre los ciudadanos ricos y pobres de cada país. Mientras en los países más ricos del planeta se hacen pruebas y se aplican tratamientos con rapidez, con asistencia sanitaria y efectivo para sobrevivir, la mayor parte de la humanidad se enfrenta a esta crisis sin nada de eso.

Esto se traduce en que hay que lograr que esta crisis deje de aprovechar —como ya lo está haciendo— la desigualdad existente entre hombres y mujeres. Las mujeres representan el 70 % de los trabajadores sanitarios y realizan la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerado que está sosteniendo a nuestras familias y nuestras comunidades más que nunca.

¿Existe algún ejemplo más aterrador del modo en que el coronavirus agrava la desigualdad que lo que supone para las personas que viven en zonas de conflicto o en campos de refugiados? El mundo observa cómo en estos campos un refugiado comparte un médico con veinticinco mil personas. El hecho de que el virus esté a punto de acceder a los campos de refugiados —como a los muchos lugares en los que Oxfam está prestando ayuda humanitaria, tan desesperadamente necesaria, en los que el distanciamiento social es a menudo imposible y, con frecuencia, se carece de agua limpia— debe alarmarnos a todos.

Ha llegado el momento de idear un plan increíblemente ambicioso para superar la crisis, a un nivel que nunca habíamos visto antes. No podemos esperar. Cada gobierno, institución y ciudadano debe colaborar. Entre nosotros, los más ricos y los más poderosos deben asumir el mayor costo cuando todos, juntos, contribuyamos a que la humanidad actúe unida para vencer a este virus mortal.

Los dirigentes de los gobiernos más ricos, el G20, que se reunieron el pasado jueves, adquirieron el compromiso de «hacer lo que haga falta». Son buenas noticias. Por suerte, finalmente los motores de la cooperación mundial empiezan a ponerse en marcha. Sin embargo, teniendo en cuenta el alcance de la emergencia a la que nos enfrentamos, no es suficiente. Falta concreción. Necesitamos algo más que un ejercicio cortés de calentamiento.

Oxfam pide hoy un paquete de casi 160 000 millones de dólares para impedir que se produzcan pérdidas como esas de las que nos advierte el Imperial College de Londres. Con este paquete bastaría para duplicar el gasto sanitario de los 85 países más pobres del mundo, en los que residen 3 700 millones de personas.

Estamos pidiendo la cancelación inmediata de la deuda de los países pobres y un aumento masivo de la ayuda que reciben. En nuestra opinión, una respuesta de emergencia y un plan sanitario público globales pueden ayudar a impedir que el coronavirus acabe con la vida de millones de personas.

Supone más de diez millones de trabajadores sanitarios nuevos, protegidos y retribuidos y dar apoyo a los trabajadores humanitarios locales de las comunidades que ya están respondiendo.

Supone una atención sanitaria gratuita en todos los lugares. Pruebas y tratamientos gratuitos para todo el mundo.

Supone una enorme inversión en prevención, desde la mejora de la promoción de la sanidad pública hasta el acceso garantizado para los trabajadores humanitarios. Tenemos que dotar a las personas de instalaciones básicas para que puedan lavarse las manos.

Supone que los gobiernos deben requisar todas las instalaciones sanitarias privadas para hacer frente a este virus y a otras necesidades sanitarias esenciales, como ha hecho España.

Por último, supone adquirir un acuerdo mundial ahora para que las vacunas y los tratamientos, cuando estén listos, se pongan rápidamente a disposición de todo el mundo, gratuitamente. No puede ser un momento en el que las grandes empresas farmacéuticas y otras empresas similares busquen la manera de lucrarse a costa de la crisis.

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Ciento sesenta mil millones de dólares parece mucho. Es totalmente factible. Es menos del 10 % del estímulo fiscal de los Estados Unidos para hacer frente al coronavirus. Es mucho más de lo que los donantes públicos están ofreciendo ya.

Ahora solo cabe una actuación política enérgica y palpable por parte de nuestros gobiernos —todos a una—. No es momento para las medias tintas ni para las excusas. Todas las vidas son igual de importantes y no podemos esperar a salvarlas.

Para leer todo el artículo de Oxfam, haga clic aquí How to Confront the Coronavirus Catastrophe (Cómo hacer frente a la catástrofe del coronavirus).

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