La creciente demanda de energía es un punto ciego en la lucha contra el cambio climático. Esta es la razón.

2022 fue el año de las sequías sostenidas que provocaron incendios forestales generalizados, escasez de cosechas y olas de calor en todo el mundo, lo que dejó muy claro que el cambio climático es una crisis inmediata, no futura.

Paradójicamente, como señaló un grupo de destacados científicos del clima en abril de 2022, las respuestas políticas a la crisis se han centrado hasta ahora en objetivos climáticos a largo plazo en lugar de en acciones inmediatas.

Los gobiernos han aparecido en los titulares con ambiciosos objetivos para mediados de siglo, pero han descuidado en gran medida los planes sólidos a corto plazo que tienen un impacto en el momento más crucial: ahora.

En el momento de redactar este informe, sólo 24 países han presentado contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) nuevas o actualizadas desde la COP26, a pesar de que esto se pedía explícitamente en el Pacto Climático de Glasgow.

Una cuestión que no se ha abordado adecuadamente es la demanda mundial de energía. Estamos asistiendo a un desarrollo masivo y necesario para abordar el lado de la oferta de la ecuación verde mediante el aumento de las energías renovables, pero incluso estas inversiones en energía verde no serán suficientes para acabar con el dominio de los combustibles fósiles en el mundo.

Para aumentar el papel de la electricidad en la combinación energética, es un hecho fundamental, aunque a menudo se pasa por alto, que tenemos que reducir la demanda de energía en primer lugar. Como ilustra el gráfico, si no prestamos atención a la aceleración del consumo de energía, el desarrollo de las energías renovables no será ni de lejos suficiente.

Será extremadamente difícil y más caro cumplir nuestros objetivos climáticos globales si no abordamos la creciente demanda de energía, especialmente en las economías en desarrollo.

La buena noticia es que podemos resolver este desequilibrio dando prioridad al despliegue de soluciones de eficiencia energética. La eficiencia energética significa simplemente utilizar menos energía para realizar la misma tarea, es decir, eliminar el despilfarro energético.

Cada día se desperdicia energía en todos los sectores. En el sector del transporte, los vehículos y barcos ineficientes queman mucho más combustible del necesario, mientras que en el sector industrial, los motores eléctricos ineficientes desperdician energía y el exceso de calor que se genera en la producción no se aprovecha para nada.

Y en los edificios -tanto comerciales como residenciales- se desperdicia cada día una enorme cantidad de energía porque no se aplican medidas sencillas y de coste relativamente bajo para supervisar y controlar la energía utilizada.

Tenemos las tecnologías para eliminar este despilfarro; ahora necesitamos la acción.

La refrigeración es esencial para el almacenamiento y el transporte de alimentos y medicinas. En muchas partes del mundo, la refrigeración de espacios nos mantiene sanos y productivos en el trabajo, la escuela y el hogar.

A medida que las economías crecen y se adaptan a un clima más cálido, especialmente en el Sur Global, la creciente demanda de refrigeración tiene el potencial de impulsar un aumento sustancial de las emisiones de gases de efecto invernadero. La previsión de la Agencia Internacional de la Energía sobre el parque mundial de aparatos de aire acondicionado entre 1990 y 2050 es un claro recordatorio de que la demanda de refrigeración está creciendo exponencialmente.

La refrigeración de espacios representó casi el 16% del total de la electricidad utilizada en los edificios, es decir, unos 2.000 teravatios hora (TWh) del consumo final de electricidad en 2021. Esto supone una presión sobre las redes eléctricas, ya que la refrigeración de espacios puede representar más del 70% de la demanda eléctrica residencial máxima en días extremadamente calurosos en algunos países. La demanda de energía para la refrigeración de espacios en los edificios podría triplicarse con creces de aquí a 2050.

Sin embargo, con las soluciones de eficiencia energética existentes podemos frenar las emisiones de la refrigeración. En los aparatos de aire acondicionado hay una enorme variación en la energía que consumen de hasta un 70% de diferencia. Podemos reducir casi a la mitad el consumo global de energía para la refrigeración simplemente eligiendo opciones eficientes. También podemos mejorar la adecuación de la refrigeración a nuestras necesidades.

En España, las oficinas sólo se refrigeran a 27 °C en los meses de verano. Podemos aprender mucho de estos ejemplos. Desde el punto de vista político, la refrigeración eficiente puede acelerarse estableciendo normas mínimas.

Aunque en el mercado hay aparatos de aire acondicionado muy eficientes, la mayoría de las normas de eficiencia -y, por tanto, los aparatos que compran los consumidores- tienen eficiencias entre dos y tres veces inferiores a las de las mejores tecnologías disponibles. Las normas de eficiencia son una medida clave para evitar el bloqueo de las unidades de aire acondicionado ineficientes en las próximas décadas.

También existen soluciones para reducir el desperdicio de energía en el almacenamiento y el transporte de alimentos. La tecnología de la cadena de frío ya disponible puede reducir la pérdida de alimentos hasta en un 40% en los países en desarrollo.

Envasar, almacenar y transportar los productos perecederos a la temperatura adecuada prolonga su vida útil y garantiza que más alimentos lleguen a las mesas de una población creciente. De hecho, se calcula que el 14% de los alimentos que se consumen en los países en desarrollo podrían ahorrarse si la misma infraestructura de la cadena de frío que se utiliza en los países desarrollados estuviera disponible a nivel local.

La refrigeración no es más que un ejemplo del potencial para abordar el lado de la demanda de la ecuación verde. Tal y como afirma la AIE, una acción acelerada en materia de eficiencia energética y la correspondiente demanda de energía evitada pueden contribuir a evitar unos 95 exajulios de demanda energética final en 2030. Esto equivale al consumo final de energía de China.

Con un impulso global a la eficiencia energética, podemos cerrar la brecha entre las promesas y la acción y reducir las emisiones globales en 5 gigatoneladas adicionales al año para 2030 - esto es alrededor de un tercio de las reducciones necesarias para alcanzar el cero neto. La solución está delante de nosotros: la energía más ecológica es la que no utilizamos.