Por qué la inmigración en abundancia significa economías sanas

Ian Goldin
Professor of Globalization and Development; Director, Oxford Martin Programme on Technological and Economic Change, University of Oxford
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¿Por qué está este tema en el radar ahora?


Estamos presenciando un mayor enfoque en la inmigración debido a la respuesta a la grave crisis económica, a la alza en el desempleo y la caída de los estándares de vida. Como ha ocurrido a lo largo de la historia, existe una tendencia a culpar a los inmigrantes de estos problemas. Políticamente, esta es una opción fácil, pero como estrategia nunca ha funcionado muy bien.

¿Qué señales ha visto de que esa posibilidad pueda materializarse?

En el peor de los casos, ha habido una ola de ataques físicos a inmigrantes en Grecia en años recientes, donde algunas personas han sido golpeadas o apuñaladas simplemente por su aspecto físico. Tenemos reportes semanales de la tragedia de las personas que mueren tratando de atravesar el Mediterráneo. A nivel político también existen ejemplos muy reales de políticas antiinmigrantes. En el Reino Unido, el gobierno ha puesto límites dramáticos en la migración, lo cual ha hecho que contratar personal calificado sea algo difícil. Ahora es tan difícil conseguir una visa que me estoy enterando que personas de lugares como China o Sudáfrica ya no están dispuestos a venir a las conferencias académicas aquí.

En España a los inmigrantes se les están ofreciendo pagos globales para que regresen a sus lugares de origen. En las recientes elecciones en Francia, el partido Le Front National, de ultraderecha, hizo campañas agresivas en contra de la inmigración y ganó casi un quinto de los votos, y el partido Independence del Reino Unido, con una plataforma antiinmigrante similar, aseguró la porción más grande de los votos en recientes elecciones municipales. En Estados Unidos, la reforma migratoria se ha quedado estancada, aunque lo interesante ahí es que la población hispana es una fuerza votante tan importante que eso cambia la dinámica por completo.

¿Cómo se presentaría la situación?

Si los países ricos de verdad fueran a cerrarle las puertas a la inmigración, tendrían que suspender los vuelos internacionales, bloquear los puertos, frenar el turismo y prepararse para una rápida contracción de su PIB. Más allá de ver un descenso en el desempleo, este aumentaría: las compañías fracasarían pues habrían perdido personal y directivos, y la demanda también disminuiría. Irónicamente, se podría ver un más alto número de inmigrantes ilegales.

En Estados Unidos, cada vez que el gobierno ha implementado una línea dura en la aplicación de leyes migratorias, el número de mexicanos viviendo ahí de manera ilegal ha aumentado. Esto tiene sentido cuando uno considera que, si uno sabe que no lo van a dejar entrar de nuevo al país, uno va a decidir quedarse en lugar de irse cuando escaseen los empleos.

¿Quién sentiría el mayor impacto?

Para comenzar, los migrantes: los legales antes de los ilegales. Y después todo el mundo. Muchas industrias –desde la agricultura hasta la atención médica, la construcción, la tecnología y el turismo– dependen de los trabajadores migrantes. Los hospitales cerrarían al perder al personal de limpieza y cardiocirujanos por igual. Las mujeres que dependen de niñeras extranjeras para poder salir a trabajar también sufrirían.

También habría un impacto dañino en los países de origen de los migrantes: el dinero y los conocimientos que llevan de regreso con ellos a lugares como la India e Israel están íntimamente relacionados con la innovación allá. En muchos países en vías de desarrollo, es sorprendente que el apoyo económico por remesas de los expatriados exceda por mucho la ayuda exterior, y dicha aportación vital también cesaría.

¿Cuáles serían las consecuencias más amplias?

Además de las implicaciones éticas y la pérdida de diversidad cultural, cerrarle las puertas a los inmigrantes debilitaría fundamentalmente la competitividad de las economías desarrolladas. Los inmigrantes son un grupo de autoselección: son personas que toman riesgos, los que están dispuestos a hacer un enorme sacrificio. Se requiere mucho coraje para volverse un outsider, lo cual hace de los migrantes una gran fuente de dinamismo.

Si consideramos el caso de Estados Unidos, más de la mitad de las empresas nuevas en Silicon Valley han sido fundadas por inmigrantes, así como muchas de las empresas más representativas como Apple, Google, Yahoo y PayPal. Los migrantes han producido el triple de ganadores del premio Nobel y directores galardonados con el Óscar que los nacidos en Estados Unidos. Los países desarrollados no se pueden dar el lujo de perderlos.

¿Cómo sería una sociedad sin inmigración?

Se osificaría con el tiempo y, si todas sus fronteras estuvieran cerradas, sería como vivir en Corea del Norte.

¿Cuál es la mejor manera de mitigar el riesgo de la reacción contra la migración?

No soy políticamente ingenuo. No estoy recomendando que haya fronteras abiertas, aunque este sería un ideal hacia el cual se podría trabajar, de la misma manera en la que lo hemos hecho con las negociaciones de tratados de libre comercio por un periodo de 50 años.

Por ahora, lo primero es reconocer que la migración no se ha manejado lo suficientemente bien. Los migrantes traen con ellos costos locales y a corto plazo, mientras que sus contribuciones benefician a toda la sociedad y son a largo plazo, así que existe una asimetría.

Ya sea que estemos hablando de Lampedusa, la isla frente a la costa de Italia, que es la puerta de entrada para los refugiados de Túnez, o Slough, un pueblo británico con una numerosa población migrante, es lógico que los habitantes locales sientan que la inmigración es una carga. Es un tema nacional que debe abordarse a nivel nacional.

En segundo lugar, los líderes deben ser más honestos. Lo deprimente acerca del status quo actual es que no hay evidencia empírica que justifique la idea de que los inmigrantes les quitan los trabajos a los demás, que absorben los recursos y que son una carga para la economía. Pero el mito se propaga, a pesar del hecho de que, dependiendo de qué tan extenso sea el periodo histórico que decidamos examinar, todos somos inmigrantes. En Inglaterra, la Reina Victoria creció hablando alemán y de alguna manera todavía llegó a encarnar el símbolo de lo que significa ser inglés.

En lugar de crear mitos, los políticos y los medios de comunicación deberían enfocarse en los datos. También deben poder explicar las diferencias entre los posibles costos locales a corto plazo y los beneficios para toda la sociedad a largo plazo y apoyar a las comunidades que podrían sufrir en el corto plazo, dados los beneficios a largo plazo, que son mucho mayores.

Por ejemplo, si los países ricos admitieran a suficientes migrantes de países pobres para expandir su fuerza laboral por sólo el 3%, el mundo gozaría de mayor riqueza, que, según un cálculo, sería de 356 mil millones de dólares anuales. Toronto está compuesta de más de 50% de inmigrantes y de manera consistente aparece como una de las mejores ciudades del mundo donde vivir. Necesitamos más datos y menos rumores.

¿Este tema es importante para usted personalmente?

La migración siempre ha sido una manera de escapar la sequía, la pobreza y la persecución. Sin migración yo no estaría aquí, tanto en sentido específico, como sudafricano viviendo en Inglaterra, y en el sentido más literal. Si mi familia no hubiese podido irse de Austria, los hubieran asesinado.

Autor: Ian Goldin es director de la Martin School en Oxford, profesor de Globalización y Desarrollo en la Universidad de Oxford y miembro de la Red de Respuesta al Riesgo del Foro Económico Mundial. Fungió como director de política y vicepresidente del Banco Mundial de 2003 a 2006 y anteriormente fue asesor económico del presidente Mandela y jefe ejecutivo del Banco de Desarrollo de Sudáfrica. Sus libros recientes incluyen Exceptional People: How Migration Shaped Our World and Will Define Our Future (Princeton University Press); Is the Planet Full? (Oxford University Press); The Butterfly Defect: How globalization creates systemic risks, and what to do about it (Princeton University Press) and Divided Nations: Why global governance is failing, and what we can do about it (Oxford University Press). 

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