Cocinar: la clave que nos convirtió en los primates más listos

Students work in the kitchen of the teaching restaurant managed by French chef Alain Lecossec.

¿Por qué cocinar ayudó a que nuestro cerebro creciera? Image: REUTERS/Robert Pratta

Pablo G. Bejerano
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La cocina, ahora tan de moda, gracias a los concursos televisivos y al ascenso de los chefs más reputados en figuras públicas, habría sido la clave para convertirnos en los primates con el cerebro más desarrollado. Esta es la conclusión que ha sacado la neurocientífica Suzana Herculano-Houzel, de la Vanderbilt University, en Nashville (Tennessee), mediante una investigación de la estructura y las necesidades del cerebro, tanto en humanos como en otros primates.

En su libro The Human Advantage: A New Understanding of How Our Brain Became Remarkable, que acaba de ser publicado, Suzana Herculano-Houzel afirma que las tareas culinarias fueron las más influyentes a la hora de superar la barrera energética que limita el tamaño del cerebro de otros primates.

¿Por qué cocinar ayudó a que nuestro cerebro creciera?

Hay que empezar por recordar que la evolución de los homínidos hasta convertirse en lo que ahora somos los seres humanos se debe especialmente a la expansión de una parte concreta del cerebro: la corteza prefrontal. La estructura de nuestro cerebro sería en esencia la misma que la que tiene cualquier primate, con la particularidad de que las áreas corticales son más extensas.

Esto hace que nuestro cerebro sea el más grande y explica las sofisticadas habilidades cognitivas que posee un ser humano en comparación a otros primates. Frente a los 9.000 millones de neuronas que tienen los gorilas y los orangutanes –consideradas entre las especies más cercanas al homo sapiens, después de los chimpancés– en las áreas corticales, los humanos tienen 16.000 millones. Los chimpancés, por su parte, tienen entre seis y siete millones.

Herculano-Houzel realizó una investigación en la que comparó los cerebros de siete tipos de primates con el cerebro humano. Descubrió que todos ellos dedican un 8% de sus neuronas a la región de la corteza prefrontal. Profundizando en los resultados la científica y su equipo comprobaron que los volúmenes de la materia gris y blanca de la región prefrontal en humanos eran equiparables a los que presentaban el resto de primates.

Misma proporción, por tanto. Y el cerebro, también en todos los casos, usa mucha energía para sustentar su actividad, concretamente un 25% de la que necesita el cuerpo cada día. Este es el motivo por el que los gorilas –con un cerebro bastante desarrollado en comparación con el de otras especies animales– pasan al menos ocho horas diarias buscando comida y comiendo.

Si un ser humano comiera como un gorila, teniendo en cuenta que su cerebro es el triple de grande, tendría que dedicar una hora y media más que éste a la tarea de alimentarse. Nueve horas y media dedicadas solo a esto cada día no es viabley no deja tiempo para hacer otras cosas.

Esta barbaridad de horas no son necesarias porque cocinamos. Herculano-Houzel se refiere a cortar, machacar y preparar los alimentos. Afirma que comer una zanahoria cruda te llevará entre 10 y 15 minutos de masticar esforzadamente y el sistema digestivo solo asimilará un tercio de las calorías. Pero si se corta y se cocina solo se tardarán unos minutos en consumir y el cuerpo puede obtener la totalidad de las calorías.

Hace 2,5 millones de años aparecieron las primeras herramientas de piedra, entre las que se encontraban instrumentos para cortar y espachurrar alimentos. La científica señala que estos homínidos de esta época tenían un cerebro del mismo tamaño que el de los gorilas. Pero desde hace 1,8 millones de años el tamaño de este órgano empezó a aumentar hasta triplicarse en los siguientes 1,5 millones de años. Herculano-Houzel relaciona este incremento con la cocina de los alimentos, claro.

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