Fuerza laboral y empleo

La fuerza de trabajo se está haciendo mayor

Sunisa Hongaroon, a 67-year-old accountant, poses for a portrait while working at a transportation company in Bangkok, Thailand.

Image: REUTERS/Jorge Silva

Shekhar Aiyar
Mission Chief for Germany, IMF
Christian Ebeke
Deputy Resident Representative to the European Union, IMF
Xiaobo Shao
Research Analyst, IMF
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Fuerza laboral y empleo

Paralelamente al envejecimiento de la población en general, la fuerza de trabajo en la zona del euro también está envejeciendo. Esto podría provocar un descenso del crecimiento de la productividad en los próximos años, planteando así otro desafío de política económica para los gobiernos, que ya están lidiando con los legados de la crisis, incluidos los elevados niveles de desempleo y deuda.

Se prevé que la población de la zona del euro envejezca considerablemente en los próximos 20 años. Esto tiene dos componentes. Primero, el número de jubilados aumentará con respecto a las personas en edad productiva (15–64) en la región. Segundo, y mucho menos examinado, la edad promedio de las personas dentro de la fuerza de trabajo se incrementará: se proyecta que la proporción de trabajadores de 55 a 64 años aumentará en un tercio, del 15% al 20% en los próximos 20 años (gráfico 1).

¿Cuál será el impacto de este “envejecimiento de la fuerza de trabajo”? Si los diferentes grupos de edad dentro de la fuerza de trabajo tienen diferentes niveles de productividad, está claro que la productividad promedio se verá afectada por los cambios en la distribución por edad. Pero, ¿en qué dirección?

Existen varias teorías con respecto a los efectos relacionados con la edad en la productividad. Por un lado, los años acumulados de experiencia laboral pueden hacer que los trabajadores de mayor edad sean más productivos. Por el otro lado, la salud más frágil y las competencias obsoletas de estos trabajadores podrían reducir su productividad, por lo menos más allá de cierto umbral. Si bien es difícil generalizar entre las distintas profesiones, los estudios coinciden en que la productividad aumenta con la edad en una primera etapa, alcanzando su nivel máximo a los 40 ó 50 años, y luego disminuye.

Estimaciones empíricas

Utilizamos una muestra de países europeos de 1950 a 2014 para examinar la relación entre el envejecimiento de la fuerza de trabajo y la productividad de la mano de obra. Si tenemos en cuenta varios obstáculos econométricos —como la causalidad invertida— observamos que el envejecimiento de la fuerza de trabajo reduce considerablemente la producción por trabajador. Un aumento de 5 puntos porcentuales de la proporción de trabajadores de 55–64 años está asociado con una disminución de la productividad de la mano de obra de alrededor del 3%.

Las variaciones de la productividad de la mano de obra —es decir, de la producción por trabajador— pueden desglosarse asimismo en variaciones en el monto de capital físico y humano utilizado, y la “productividad total de los factores” o PTF. Esta, en definitiva, mide la eficiencia con la cual una economía convierte los insumos en productos. A largo plazo, la PTF es con gran diferencia el motor más importante del crecimiento económico.

Observamos que la PTF es el principal canal a través del cual el envejecimiento de la fuerza de trabajo afecta a la productividad de la mano de obra. En particular, un aumento de 5 puntos porcentuales de la proporción de trabajadores de 55–64 años está asociado con una disminución de la PTF de entre el 2% y el 4%.

¿Qué implica esto para los países de
la zona del euro?

En primer lugar, el envejecimiento tendrá un impacto considerable en el crecimiento de la productividad a mediano y largo plazo. Como muestra el gráfico 2, se proyecta que el crecimiento promedio de la PTF en la zona del euro será de alrededor del 0,8% anual. Podría ser mayor en un 0,25% —es decir, la PTF podría aumentar en alrededor del 1% anual—si no tenemos en cuenta el efecto del envejecimiento de la fuerza de trabajo. Este resultado contrasta fuertemente con Estados Unidos, donde no se proyecta que la fuerza de trabajo envejezca (de hecho, se proyecta que sea ligeramente más joven), y, por lo tanto, el impacto sobre la PTF es poco significativo.

En segundo lugar, la carga del envejecimiento de la fuerza de trabajo recaerá de manera desigual en los distintos Estados miembros de la zona del euro. Es preocupante que algunos de los mayores efectos negativos sobre la productividad recaerán en los países que menos se lo pueden permitir, como Grecia, España, Portugal e Italia. Estos países ya tienen elevados niveles de deuda y escasos márgenes de maniobra de política fiscal, y necesitan un rápido aumento de productividad para mejorar la competitividad y reducir el desempleo.

¿Qué puede hacer la política económica?

La buena noticia es que la política económica reviste importancia. Observamos una serie de intervenciones de política que pueden mitigar el impacto adverso del envejecimiento de la fuerza de trabajo en el crecimiento de la productividad (gráfico 3).

Las condiciones de salud —medidas en nuestro estudio por la disponibilidad de doctores—son particularmente importantes. Una mejora suficiente de este indicador tiene el potencial necesario para reducir sustancialmente los efectos negativos del envejecimiento sobre la productividad. Si bien un sistema de atención de la salud de buena calidad es claramente beneficioso para todos los grupos de edad, los grupos de mayor edad probablemente utilizarán más los servicios médicos y, por lo tanto, se beneficiarán de manera desproporcionada de las intervenciones públicas dirigidas a mejorar la atención de la salud.

Las políticas activas en el mercado de trabajo focalizadas en la capacitación o recapacitación de los trabajadores son otra vía importante para mitigar el impacto del envejecimiento. Como en el caso de los servicios de atención de la salud, estos programas de capacitación probablemente beneficiarán de manera desproporcionada a los trabajadores de mayor edad, dado que sus aptitudes en general están rezagadas con respecto a las nuevas tecnologías y requisitos laborales. Otras políticas públicas —como reducir la diferencia entre los ingresos brutos y los ingresos después de impuestos rebajando la tasa impositiva sobre el empleo marginal, e invertir en investigación y desarrollo— también pueden ayudar.

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