Sustainable Development

Así se vive en la casa más sostenible del mundo

Japanese housewife, Mika Hiroshima, turns on the lights at her solar powered house in Ota, 80km northwest of Tokyo October 28, 2008. Ota is testimony to the allure of renewable energy to the energy conscious in resource-poor Japan, but also its high cost to the debt-saddled nation. Picture taken October 28, 2008.    REUTERS/Yuriko Nakao(JAPAN) - RTXAIDA

Image: REUTERS/Yuriko Nakao

Iñaki Berazaluce
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Desarrollo sostenible

Cuando pensamos en las emisiones de CO2 y el acechante calentamiento global nos viene a la cabeza el transporte y la industria, incluso los pedos de las vacas, pero solemos olvidar que cerca de un 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero en Europa provienen de la construcción. Las casas que habitamos son ávidas consumidoras de energía, tanto por sus numerosos electrodomésticos como para mantenerlas a una temperatura confortable: calefacción en invierno y aire acondicionado en verano.

Por si fuera poco, las viviendas tradicionales suelen estar deficientemente aisladas, de modo que el calor se escapa por puertas, ventanas y rendijas. Si pudieras ver tu casa a través de una cámara térmica verías una suerte de ‘poltergeist energético’.

Pero está cambiando: cada vez son más las viviendas que se diseñan para minimizar el consumo energético y de agua… y sin perder un ápice de comodidad, más bien al contrario. Una familia de Ibiza disfruta desde el mes pasado de la que ya se considera «la casa más sostenible del mundo», diseñada y construida bajo los exigentes criterios del sello alemán Passivhaus.

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Lo primero que llama la atención al traspasar la enorme cristalera de entrada de la casa de Lola y Jason es la pulcritud, pero no sólo de la vivienda sino del propio aire. Una de las cualidades distintivas de las llamadas casas pasivas es la hermeticidad: un sistema automatizado, silencioso e invisible extrae el aire viciado y lo reemplaza con aire fresco del exterior, manteniendo siempre una «temperatura de confort», en torno a 20º en invierno y 25º en verano. Esta renovación automática del aire quiere decir que no es necesario abrir las ventanas, «aunque tampoco nada lo impide», apunta Álvaro Martínez Gil, arquitecto técnico de la casa.

Este sistema, como el resto de la vivienda, toma su energía de las placas solares que cubren cada uno de los 210 metros cuadrados de la azotea. La mitad del consumo de agua se cubre con la lluvia y el resto, con camiones de suministro. El resultado es que la casa no está «enchufada» a ningún suministro eléctrico, de gas o de agua. Esto es posible porque el consumo de la vivienda en ambos conceptos es un 25% de una casa convencional.

«Lo que más me ha sorprendido de vivir en Ca na Terra, es que me siento mucho más descansada. Duermo mejor, sueño más y tengo más energía durante el día», me cuenta Lola, una asturiana enamorada de Ibiza que trabaja como maestra en un colegio cercano.

«Nuestra hija pequeña, de 5 años, que tenía tendencia a resfriarse en nuestra antigua casa respira mucho mejor». Su pareja, Jason, a la sazón arquitecto de la vivienda, confirma que «el aire es más ligero».

Se trata de las primeras impresiones de la familia -Jason, Lola y sus cuatro hijas, tres de ellas adolescentes-, que apenas lleva tres semanas viviendo en Ca na Terra, el nuevo nombre de Can Tanca, como se llamaba originalmente la propiedad. La pareja compró el terreno hace poco más de un año y decidió apostar fuerte: Terravita, la sociedad encargada del proyecto, se planteó no sólo cumplir con los exigentes requisitos del sello Passivhaus sino lanzar un órdago y construir la «casa más sostenible del mundo».

Este título oficioso es la suma de dos aportaciones: por un lado, Ca na Terra ha obtenido la certificación Premium otorgada por Passive House Institute, una distinción que sólo tienen cuatro edificios en el mundo, uno de ellos en Palma de Mallorca. Por otro, la vivienda también cumple con el sello de construcción sostenible Breeam, aún más minucioso y exigente, en sus diez categorías: gestión, salud y bienestar, energía, transporte, agua, materiales, residuos, ecología, innovación y contaminación.

La estructura de Ca na Terra es íntegramente de madera, un material que el aparejador defiende con vehemencia:

"Toda la estructura de la casa es de este material, cubierta con una envolvente continua: un muro de 34 centímetros, 26 de ellos de aislamiento. Los edificios antiguos tenían toda la estructura de madera y siguen allí desde hace siglos. El hormigón parece que inspira más confianza porque pesa más. El único problema que tiene la madera es la humedad, pero sólo tiene cuando la humedad oscila; si la humedad es constante, sea 0 o 90%, la madera es eterna."

Algún día todas las casas serán así

El logro de ser la vivienda más eficiente del mundo no sería más que un brindis al sol si no fuera porque el aprendizaje realizado durante su diseño y construcción ha servido al equipo de Terravita, el estudio responsable del proyecto, para prever un futuro inminente en el que «todas las casas serán así», afirma Álvaro Martínez. El llamado Horizonte 2020 de la Unión Europea contempla que todos los edificios construidos a partir del 31 de diciembre de 2020 tendrán que tener «un consumo energético casi nulo». Las «casas pasivas» se anticipan a este ambicioso objetivo.

¿Pero cuánto cuesta hacerlo?

«Una casa pasiva cuesta, según a quién preguntes, entre un 1 y un 10% más que una casa convencional de acabados similares. Yo estoy más cerca del 1%”, responde Álvaro Martínez, arquitecto técnico de Terravita. Los acabados de la casa ibicenca son de altísima calidad: ventanas de triple acristalamiento, electrodomésticos de bajo consumo y suelo de bambú. En el cálculo no está incluido el sistema de captación de energía ni de recaptación y reciclaje de agua, que harían las veces del suministro por parte de empresas externas. La empresa constructora no facilita cuánto han costado ambos sistemas pero asegura que, al no tener que pagar facturas, la inversión se amortiza entre 5 y 7 años. Otros edificios Passivhaus construidos en España manejan cifras similares.

Las voces críticas de Passivhaus

«Passivhaus se ha apropiado del concepto de métodos pasivos, una idea que lleva utilizándose décadas en la arquitectura bioclimática. Esta estrategia de construcción no tiene en cuenta el impacto de los materiales que emplea ni el gasto energético de las máquinas que se necesitan para su aclimatación. Con estos mimbres, arrogarse la etiqueta de casa más sostenible del mundo es una falacia y una petulancia», me explica por teléfono el arquitecto Ricardo Higueras, una de las voces críticas que se han alzado contra la etiqueta Passivhaus.

Pero la crítica de Higueras -coautor del edificio sostenible El Faro durante la Expo de Zaragoza 2008– no es tanto por la apropiación del concepto de «casa pasiva» como por las consecuencias para la salud que puede tener habitar en casas estancas, como son las Passivhaus. «Estoy haciendo un estudio sobre las enfermedades medioambientales (que afectan ya al 15% de la población) y la conclusión es que enfermedades del sistema nervioso, como el Alzheimer, la esclerosis múltiple o incluso el autismo se originan por las alteraciones de los iones del aire que respiramos. Los mismos promotores de passivhaus me han pasado estudios en los que se demuestra que, efectivamente, hay una alteración de la atmósfera de las casas, un aumento de los cationes, motivado por la estanquidad de las viviendas y la reutilización del aire».

Higueras advierte de los potenciales riesgos para la salud de los habitantes de este tipo de viviendas, más aún cuando «a partir de 2018 va a ser obligatorio el cumplimiento de los estándares de passivhaus y queremos avisar a las personas de que no existe ningún control sanitario sobre esta medida». Aunque este arquitecto ve positivas muchas de las medidas que implementa el sello Passivhaus -ahorro energético o renovación del aire- cree que «hay otras maneras de lograr estos objetivos». Por ejemplo, «las técnicas vernáculas de arquitectura de cada región, adaptadas al clima local».

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