Emerging Technologies

Cómo el cambio tecnológico impacta sobre la demanda de empleo

Automatic robots work on a new Volkswagen Crafter production line at the newly opened Volkswagen factory in Wrzesnia near Poznan, Poland September 9, 2016. German car manufacture company officially open factory in Wrzesnia on October 24, 2016. Picture taken on September 9, 2016. REUTERS/Kacper Pempel - RTX2Q9SO

Image: REUTERS/Kacper Pempel

Sergio Torrejón
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El cambio tecnológico y los cambios en el comercio internacional no afectan del mismo modo a todos los trabajadores y empleos. Estos fenómenos generan algunos desequilibrios que se extienden del mercado laboral al ámbito educativo e incluso político.

De hecho, ambos se relacionan incluso con el éxito de ciertas iniciativas políticas de marcado carácter xenófobo y nacionalista -desde el Brexit al ascenso de partidos de ultraderecha en Europa-, ya que muchos perciben este tipo de estrategias como una vía para protegerse de algunos de los perjuicios que pueden causar dichos procesos globales de cambio. Sin embargo, y paradójicamente, son entre los colectivos más vulnerables y alejados de las consecuencias directas de estos procesos donde este tipo de movimientos obtienen mayor apoyo.

Para valorar esta y otras hipótesis voy a analizar quiénes son realmente los que más y menos se benefician de los cambios en la tecnología y el comercio. Para ello, primero identifico el tipo de tareas en el puesto de trabajo que se consideran más factibles de ser reemplazadas, bien porque pueden automatizarse fácilmente o bien porque se trata de actividades potencialmente deslocalizables, y a continuación, en segundo lugar, computo un índice que permite identificar las ocupaciones y colectivos vinculados al tipo de empleo que cuenta con mayor riesgo de desaparecer.

Existe en la literatura sobre cambio estructural del empleo cierto consenso (aquí, aquí y aquí) sobre cómo el cambio tecnológico y los cambios en el comercio internacional impactan sobre la demanda de empleo. Con respecto al primero, estos y otros autores resaltan que la automatización y la computerización permiten reemplazar con facilidad las tareas de carácter rutinario y que son fácilmente codificables –se pueden resumir con un conjunto de normas simples y repetitivas-. Por el contrario, es más difícil que tareas que exigen habilidades creativas, contacto físico directo o precisan cierta flexibilidad puedan llevarse a cabo por máquinas. En cuanto al segundo, la cantidad de bienes y servicios que se intercambian en el mercado global no ha dejado de aumentar en las décadas recientes, motivo por el que el impacto de los cambios en el comercio sobre el empleo se considera también determinante. Las economías desarrolladas llevan tiempo viendo cómo parte de su actividad productiva se desplaza a otras regiones debido al proceso de deslocalización. Pero no todos los empleos son potencialmente deslocalizables, sino que se sitúan en una situación de mayor riesgo los que se nutren de tareas rutinarias, fácilmente codificables y que no requieren contacto físico y proximidad geográfica.

En síntesis, las tareas rutinarias, que no implican labores creativas ni mucha interacción social son las más susceptibles de ser reemplazadas. Los empleos que se nutren de este tipo de tareas se encuentran en una situación de riesgo potencial de desaparecer. Dicho de otro modo: la presencia de este tipo de tareas en el empleo les dota de una mayor vulnerabilidad. Para medir este riesgo, he utilizado los índices de tareas de Eurofound -cuya propuesta se resume aquí-, que informan de la medida en que los empleos son intensivos en la realización de distintos tipos de tareas. De las numerosas dimensiones que abarcan, he seleccionado las identificadas previamente, creando un índice que informa de la medida en que están presentes en cada empleo. El valor del índice –Índice de Riesgo de Reemplazo– equivale a una media ponderada de los tres indicadores, oscilando entre el 0 y el 1: cuanto más alto sea su valor, se considera que el empleo cuenta con un mayor riesgo de desaparecer.

Así pues, las ocupaciones que cuentan con un IRR menor son las directivas y profesionales, además de algunas de servicios no cualificados como los de venta o servicios personales y de cuidados. Las ocupaciones sobre las que pueden hacerse previsiones más optimistas son en la mayor parte de casos ocupaciones de calidad o que requieren un nivel educativo alto, aunque también existen otras de baja calidad –enfocadas a los servicios- que se espera respondan de modo favorable a los principales cambios que están teniendo lugar en el mercado de trabajo. En cambio, el perfil de las que tienen un IRR más alto es más nítido, caracterizándose por su escasa calidad y un carácter manual y mecánico.

Figura1. IRR de las distintas ocupaciones –ISCO08-

Estos datos invitan a tener cautela con las previsiones optimistas sobre el impacto del cambio tecnológico y los cambios en el comercio, que a menudo hacen referencia a un proceso de mejora ocupacional orientado hacia una economía del conocimiento. Aunque esta parte del relato sea cierta, no hay que dejar de tener en cuenta que también se espera sigan creándose empleos de baja calidad –sobre todo algunos servicios no cualificados ligados a una atención personalizada-, lo que puede contribuir a generar y/o consolidar dinámicas de polarización del empleo, como bien se explica aquí.

Éste índice también permite examinar la magnitud del problema en términos comparados. La proporción de ocupaciones con un IRR alto nos habla de la menor o mayor vulnerabilidad de la estructura productiva de cada país, en tanto que refleja la medida en que se nutre del tipo de actividades que cuentan con peores expectativas de futuro. En el caso de España el diagnóstico no invita a ser optimistas, ya que se sitúa junto a otros países del sur de Europa en la cabeza con uno de los valores más altos.

Figura 2. Peso de las ocupaciones con IRR alto* en diferentes países, 2014TI-TII (% sobre el total)

Fuente: elaboración del autor a partir de datos de la EU-LFS, EWCS, PIAAC y ONET.

* Ocupaciones con un valor localizado en el cuarto cuartil de la distribución.

Este diagnóstico se alinea con el de Bowles, que reprodujo en el caso de Europa los análisis del trabajo de Frey y Osborne y observó que existe una división entre el norte y el sur del continente, contando los segundos con una proporción mayor de empleos en riesgo potencial de desaparición. Estos suelen contar también con unas tasas de pobreza y desigualdad mayores, motivo por el que parece razonable señalar a la existencia de estructuras productivas débiles –intensivas en bienes y servicios de baja productividad- como causa y origen de algunos de los problemas estructurales de la economía y el mercado de trabajo. Un aspecto en el que profundizan en este libro.

Pero el empleo no solo se distribuye de forma desigual entre países, sino también dentro de cada uno de ellos. Por eso finalmente muestro que en España son los hombres, los inmigrantes y especialmente las personas con un nivel educativo bajo quienes más se emplean en el tipo de ocupaciones más vulnerables. Esto indica que, de entre los ocupados –no considero aquí a las personas que no trabajan-, son ellos quienes cuentan con unas expectativas laborales peores.

Tabla I. Valor del IRR para diferentes perfiles de ocupados en España, 2014TI-TII

Fuente: elaboración del autor a partir de datos de la EU-LFS, EWCS, PIAAC y ONET.

En resumen, fenómenos como el cambio tecnológico y en el comercio internacional favorecen la destrucción de determinados empleos e impulsan la creación de otros. Sin embargo, no deberíamos conformarnos con beneficiarnos de sus potencialidades. Profundizar en este tipo de análisis puede resultar útil también para minimizar algunos de los riesgos que entrañan.

Al conocer cuáles son las ocupaciones y colectivos más vulnerables disponemos de una información adecuada para orientar la serie de intervenciones con que se trata de ajustar las necesidades de la oferta a los cambios en la demanda: a través de políticas activas, de reciclaje, preventivas, etc. Una estrategia dirigida a tratar de minimizar los riesgos de algunos de los principales retos a los que tenemos que hacer frente hoy día en el mercado de trabajo, y que permite compensar su impacto negativo y aliviar algunas tensiones que, de otro modo, pueden alimentar respuestas políticas indeseadas.

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