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Digitalizar la economía en India

People queue to deposit or withdraw cash outside a bank on the outskirts of Ahmedabad, India, November 29, 2016. REUTERS/Amit Dave - RTSTT88

Image: REUTERS/Amit Dave

Carlos Setas Vílchez
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El pasado 8 de noviembre, el primer ministro de India, Narendra Modi, anunciaba en una intervención televisada a la nación la retirada de todos los billetes de 500 y 1.000 rupias (unos 7 y 14 euros, respectivamente) en circulación y la emisión de billetes nuevos para sustituirlos así con un nuevo billete de 2.000 rupias. Los billetes de 500 y 1.000 rupias representan el 86% del valor del dinero circulante.

El anuncio, llevado a cabo sin previo aviso, tomó por sorpresa a los ciudadanos indios. Inmediatamente colapsaron bancos y cajeros para cambiar sus billetes, que serán inservibles a partir del 30 de diciembre. Sin embargo, el secreto sobre la decisión alcanzó a la propia Administración así como al sistema bancario, que obviamente no estaba preparado para lidiar con la masiva afluencia de público ni para dar respuesta a la demanda de nuevos billetes.

No obstante, la medida parece contar con una aprobación generalizada por parte de la población india, harta quizás de la extendidísima corrupción, cuyo combate es uno de los objetivos de la medida.

Modi pidió al país comprensión y cierto sacrificio inmediato en aras de unas mejores perspectivas económicas futuras. En concreto, solicitó 50 días para implementar el cambio de billetes, un plazo que parece corto en vista de lo caótico que ha sido el primer mes de su puesta en práctica. No parece que estén fabricándose nuevos billetes de 500 y 1.000 rupias a un ritmo suficiente y está produciéndose una escasez de billetes de 100 rupias. Esto, unido a que los primeros billetes nuevos en ponerse a disposición del público están siendo los de 2.000 rupias, está dificultando considerablemente el día a día de las transacciones comerciales.

En efecto, la medida del Gobierno de Modi tiene dos objetivos explicitados por el Primer Ministro y un tercero, si bien no tan publicitado, quizás de mayor calado.

Lucha contra la falsificación de moneda

La rupia india era en 2013 la novena moneda del mundo más falsificada en cuanto a valor y la tercera en cuanto a número de billetes falsos. Los billetes más falsificados son, por este orden, los de 500, 100 y 1.000 rupias. Entre 2015 y 2016 se detectaron 632.926 billetes falsos, lo que indica una tendencia creciente desde 2013.

La falsificación de moneda no constituye un serio problema económico para la economía india en los niveles en los que se produce. Sin embargo, tiene una cara más oscura que la mera desestabilización económica.

Según apuntan fuentes oficiales indias, buena parte de la moneda falsa introducida en el país procede de Pakistán. Los billetes falsos llegan a India directamente o a través, fundamentalmente, de Nepal y Bangladesh, aunque también de otros países. Más preocupante si cabe es el hecho de que esta moneda falsa contribuye frecuentemente a la financiación del terrorismo en India.

La batalla contra el dinero negro

El segundo objetivo de la medida sería, de acuerdo con Modi, luchar contra la corrupción, el fraude y el dinero negro que genera. Estimaciones del Banco Central de India apuntan a que alrededor del 80% del dinero negro en circulación se encontraría en forma de billetes de 500 y 1.000 rupias.

El dinero negro y, fundamentalmente, la evasión de impuestos, algo muy extendido en el país, ha preocupado a la administración Modi desde su llegada al poder en 2014. En junio del presente año ya se tomó una iniciativa similar a una amnistía fiscal (el Income Declaration Scheme) con el fin de sacar a la luz parte de ese dinero negro. Se daba la opción de pagar impuestos atrasados con una penalización adicional del 45%. La medida recaudó unos 9.000 millones de euros de 64.000 declarantes.

Al parecer, el Gobierno indio considera que no fue suficiente, y que la cantidad de dinero negro en manos de sus ciudadanos sigue siendo considerable. En ese sentido, retirar los billetes de más alta denominación parece consistente con el objetivo perseguido. El problema es que no parece haber acuerdo entre los analistas económicos acerca del total de billetes en manos del público, del cual una parte sería negro, y los que se encuentran en bancos, cajeros o en manos del propio Gobierno, y que constituiría dinero limpio.

Nadie duda de la capacidad para el fraude y la corrupción existente en India. Lo que no está tan claro es que el producto de ese fraude se guarde siempre en forma de billetes debajo de un colchón. La medida no va a afectar, por ejemplo, a las propiedades adquiridas fraudulentamente con ese dinero negro o a los fondos atesorados en moneda extranjera o en otros países por ciudadanos indios y obtenidos de igual manera.

En ese sentido, si bien la retirada de los billetes supondrá un golpe para muchos defraudadores, quizás los resultados no sean tan espectaculares como espera el Gobierno.

Por otra parte, no todo el dinero debajo del colchón es necesariamente negro. Existe en India una gran masa de población rural -aproximadamente el 50% del empleo se concentra en la agricultura- con escasos ingresos y limitado acceso al sistema bancario que mantiene sus exiguos ahorros en forma de moneda. Igualmente se van a ver afectados, por ejemplo, los inmigrantes ilegales que no cuentan con medios de identificarse ante un banco y cambiar así sus billetes. Tampoco es de desdeñar la cantidad de billetes en manos de mujeres que los ocultan de sus maridos. Pequeñas cantidades juntadas penosamente, rupia a rupia, que les pueden otorgar cierto grado de autonomía, y que nunca van a pasar por un banco, ya que supondría reconocer su existencia ante sus maridos.

Digitalizar la economía

El objetivo no declarado de Modi y que bien pudiera ser el verdadero trasfondo de la medida es la lucha contra el dinero en efectivo.

En India, el 98% de las transacciones comerciales, y el 68% en valor, se realizan en efectivo. Como es lógico, esto da pie a una economía informal que representaría hasta el 26% del PIB indio. Además, esa economía informal supondría el 80% del empleo en el país.

Las transacciones en efectivo, como es lógico, dan mayor facilidad a realizar operaciones económicas sin ningún tipo de registro o trazabilidad y, por lo tanto, difíciles de sujetarse a la acción impositiva del Estado.

Una economía donde los bancos, así como los medios de pagos digitales, ya sean tarjetas, pagos online o cualquier otro medio, fueran preponderantes, facilitaría el control económico, la reducción del fraude y, en principio, un incremento de la recaudación de la hacienda india.

Sin embargo, a pesar de los impulsos del Gobierno y las brillantes expectativas de futuro que predicen algunos análisis, la economía digital no termina de arrancar. El principal uso que dan los indios a las tarjetas de crédito es la retirada de efectivo en cajeros y apenas el 53% de la población cuenta con una cuenta bancaria (lo cual quiere decir que unos 600 millones de personas no la tienen). Además, entre 100 y 200 millones de indios no cuentan con el documento de identidad (Aadhaar) que les permitiría abrir una si tuvieran acceso a un banco (y no solo físico: el 26% de la población del país sigue sin alfabetizar, lo cual impide su acceso, entre otras cosas, a una economía moderna).

El hecho de que no haya suficientes billetes para reemplazar a los que se pondrán fuera de circulación el 30 de diciembre, supone que los billetes ingresados en los bancos se convierten en depósitos. Esto podría dar impulso al sistema bancario indio, reducir el coste de los préstamos y, quizás, animar a más gente a abrir cuentas bancarias.

Repercusiones y problemas

Los dos primeros objetivos son autoexplicativos y coherentes con la medida adoptada, al menos a corto plazo. A medio o largo plazo, nada hace pensar que los nuevos billetes no podrán ser falsificados tanto como los antiguos, máxime si los falsificadores cuentan con recursos de nivel estatal. Igualmente, si bien las pérdidas económicas pueden ser importantes para los defraudadores, tampoco parece una solución definitiva contra la corrupción.

El tercer objetivo, una reducción considerable y permanente del uso de dinero en efectivo, podría apoyar los dos anteriores a largo plazo y mejorar la gestión económica del país, proporcionando un mayor control de las finanzas públicas al Estado.

Pero, ¿está India preparada para semejante cambio en tan corto espacio de tiempo? La respuesta parece ser que no. La alternativa obvia a una escasez de efectivo sería el empleo de otros medios de pago, fundamentalmente tarjetas o pagos online.

El comercio online, si bien ha crecido mucho en los últimos años, se basa en buena medida en los pagos contrareembolso. Además, en India hay unos 350 millones de usuarios de Internet, cifra muy considerable si no se tiene en cuenta que representa tan solo el 29% de sus más de 1.200 millones de habitantes.

Por el momento, la consecuencia inmediata de la demonetarización ha sido una contracción de los intercambios comerciales que, según la mayoría de los análisis, se traducirá en un freno al crecimiento del PIB indio este año de entre un 0,5 y un 1% con respecto al anterior.

El Gobierno de Modi ha apostado por forzar a su población a moverse hacia adelante, lo quieran o no. De momento cuenta con el apoyo de sus ciudadanos, pero está por ver lo que ocurre en los próximos meses. La idea podría ser buena y ofrecer resultados favorables, si bien las dificultades de implementación hacen pensar que el desenlace no será totalmente positivo.

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