Los consumidores se han convertido en mucho más que meros clientes, gracias a las nuevas tecnologías

A man walks past a logo of Airbnb after a news conference in Tokyo, Japan, November 26, 2015. REUTERS/Yuya Shino/File Photo - RTSHFSD

Image: REUTERS/Yuya Shino

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Los consumidores se han convertido en mucho más que meros clientes. Las nuevas tecnologías les han dado el poder de negociar y ofrecer productos y servicios. El cambio de tendencia es imparable.

Es difícil encontrar un aspecto de la vida cotidiana que no haya sido invadido y cambiado por la aparición de Internet. Esta nueva tecnología ha irrumpido para alterar casi todos los aspectos de nuestra sociedad: las comunicaciones, el aprendizaje, las relaciones, la manera de trabajar, las transacciones…

En el caso de éste último concepto ya no hablamos solo de las formas de pago o las plataformas telemáticas de compra-venta, sino la inclusión del particular como proveedor además de consumidor de diversos servicios que van desde servicios financieros que permiten conseguir inversión para proyectos de todo tipo, hasta el polémico y conocido Airbnb, que permite el alquiler de viviendas por particulares y para particulares.

El término que engloba todo este fenómeno es el de economía colaborativa y si bien hemos atribuido el porqué de su origen en la tecnología, también vendría explicado por la crisis financiera y económica que azotó al mundo y especialmente a nuestro país.

Ante la necesidad de nuevas formas de ahorro e ingresos la economía colaborativa se erigió como respuesta ante millones de personas y un puñado de emprendedores que supieron aprovecharse de la coyuntura. Y es que justamente muchas de las iniciativas que triunfan hoy nacieron al albor de la crisis como por ejemplo Airbnb, Zipcar o Kickstarter.

Desde entonces las cifras que facturan estas compañías no han parado de crecer hasta poner en pie de guerra a ciertos sectores de la economía más “tradicional”, y es que por ejemplo Airbnb, como algunos medios indican, está valorada en más de 24.000 millones de dólares, superando a grupos turísticos como Marriott o Expedia. También destaca el caso de la aplicación de transporte urbano Uber, que está valorada en 62.500 millones de dólares, pero que en España ha encontrado mucha oposición lo que está dificultando su entrada.

Pero sin duda, el desarrollo de la economía colaborativa es imparable y hay un goteo continuo de iniciativas originales como la de Campanda, que acerca el alquiler de caravanas a cualquier particular.

Para mayor claridad se pueden clasificar las diversas iniciativas de economía colaborativa según su actividad encontrando colaboración relacionada con la movilidad, habilidades y aptitudes de las personas, alojamiento, financiación, alimentación, de bienes y hasta colaboración relacionada con mascotas.

Las perspectivas son muy optimistas, y se espera que la economía colaborativa facture 304.894 millones de euros en 2025.

La vida, las relaciones, la economía cambian ajustándose a nuestras necesidades, y más que nunca, hoy en día necesitamos iniciativas como la economía colaborativa, que nos permitan utilizar nuestros escasos recursos de una manera más eficiente. Pero a su vez, se ha de ser consciente de cómo y a quién pueden afectar los cambios de manera negativa y minimizar estos para que nadie se quede atrás en sectores que no puedan adaptarse tan rápidamente a este nuevo paradigma que Internet ha traído consigo.

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