Jobs and the Future of Work

La semana laboral de cuatro días puede hacerte enfermar

BBVA Chairman Francisco Gonzalez attends the Annual General Meeting of Shareholders at the Palacio Euskalduna in Bilbao, Spain March 17, 2017. REUTERS/Vincent West - RTX31HKC

Image: REUTERS/Vincent West

Mariángeles García
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Fuerza laboral y empleo

Si tu empresa te planteara reducir tu semana de trabajo de cinco a cuatro días, ¿firmarías? Piénsalo bien: trabajar de lunes a jueves y que tu fin de semana tenga tres días. Apetecible, a priori, sí que resulta.

Los beneficios de implantar esta jornada laboral son bastantes, según varios estudios. Para empezar, algunos expertos creen que se incrementaría la productividad. Cuanto más descanso, más productivo se es. Y más feliz también.

De cara a la conciliación familiar, disponer de un día más para el cuidado de los hijos o la atención a los mayores es otro factor importante. A todo ello hay que sumar una reducción de los costes energéticos (pasar menos tiempo en la oficina conlleva un ahorro de luz, por ejemplo) y mejoraría el medio ambiente (al haber menos desplazamientos, el nivel de contaminación descendería en las grandes ciudades).

También podría tener un efecto favorable en el consumo: cuanto más tiempo libre, más tiempo también para ir de compras.

Algunas empresas como Deloitte, Google o KPMG ya han puesto en funcionamiento este tipo de jornadas. El pasado mes de agosto, Amazon decidió desarrollar un programa piloto con este tipo de horario para algunos de sus trabajadores. Mantendrían las mismas horas de trabajo a la semana, pero concentrándolo de lunes a jueves. Las condiciones del contrato serían las mismas y el salario, un 25% menor que el del resto de compañeros.

Pero Allard Dembe, un profesor de la Ohio State University, no está de acuerdo con la supuesta bondad de una semana laboral de cuatro días y lo explicaba en un artículo en The Conversation. Para empezar, algo que no hemos mencionado hasta ahora: que reduzcamos los días de trabajo no implica reducir las horas.

Al contrario, se trata de mantener las 40 horas semanales que se trabajan en la actualidad, por lo que no quedaría más remedio que trabajar 10 horas al día en lugar de las ocho que mantenemos hoy. Aumentar en dos horas la ya de por sí larga jornada de trabajo supone también aumentar el nivel de estrés y cansancio de los trabajadores. Y con ello, crece el riesgo de sufrir un accidente laboral.

«Realicé un estudio que demostraba que el riesgo de sufrir un accidente industrial se incrementaba en un 37% para los empleados que trabajaban más de 12 horas al día», explica Dembe en su artículo. «Trabajar más de 60 horas semanales supone un peligro adicional de sufrir algún tipo de daño en un 23%. Según aumentan las horas de trabajo en este tipo de jornadas, mayor es el riesgo».

Y abunda aún más alertando de que ese peligro para la salud es mayor si el trabajador es una mujer, sobre la que, además, recaen la mayor parte de las tareas del hogar y cuidado de hijos y familiares enfermos fuera del horario de oficina. «Las mujeres que trabajan más de 60 horas a la semana, lo que equivale a 12 horas diarias, tienen tres veces más de probabilidades de sufrir enfermedades cardíacas, cáncer, artritis o diabetes, y más del doble de padecer enfermedades crónicas de pulmón o asma, que las mujeres que realizan una jornada laboral de 40 horas a la semana».

El profesor también pone en duda los ahorros energéticos que parecen deducirse de la jornada de cuatro días. Y pone como ejemplo el caso del estado de Utah, en EEUU. Allí, en 2008, el gobernador implantó este tipo de jornada para conseguir esos beneficios de productividad y ahorro de costes. Sin embargo, tres años después, en 2011, se volvió a implantar el régimen laboral anterior. La razón: que nunca se materializaron esos ahorros.

Tampoco lo ve muy claro el profesor emérito de Economía de la University of Texas en Austin, EEUU, Daniel S. Hamermesh: «¿Cuál es el propósito de toda esta discusión? ¿Reducir costes? ¿Tener más tiempo libre? Hay caminos mucho más fáciles para conseguirlo», afirmaba. Por ejemplo, implantando en las empresas un mayor periodo de vacaciones. Se debe tener en cuenta, además, que una semana laboral de cuatro días exige una buena coordinación entre los directivos y la plantilla. Y existe el riesgo de que los empleados se «aburran» de una jornada laboral de 10 horas y, al final, la productividad descienda.

En cuanto a la conciliación laboral, Dembe cree que no sólo no será beneficioso, sino que este tipo de horario podría dañar las relaciones familiares. Esas dos horas de más que hay que añadir a la jornada de trabajo son las mismas que tenemos que restar para disfrutar de los niños y la familia.

La conclusión, en opinión de Allard Dembe, parece obvia: mejorar la vida de los empleados no pasa por la sobrecarga de trabajo ni por alargar los horarios en la oficina. Y sí por flexibilizar las condiciones laborales, como facilitar el teletrabajo y la elección de horarios (o, directamente, reducirlos).

Esa es también la opinión de gran número de expertos en recursos humanos consultados para un artículo publicado en el blog de SHRM, y lo que ayudaría atraer y retener a los mejores talentos para aumentar la participación y la productividad.

Quizá la solución la haya aportado Lonnie Golden, profesor en la Pennsylvania State Universiy, proponiendo la semana laboral de Ricitos de Oro: aquella que no es ni demasiado larga ni demasiado corta; que satisfaga los intereses en cuanto a productividad de los empresarios y los intereses en cuanto a salud y bienestar de los trabajadores.

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