Economic Growth

Branko Milanovic visita Barcelona: notas sobre desigualdad global

A man window shops as a woman cleans the outside of a clothing store in Madrid September 26, 2014. Spain's government on Friday raised the economic growth outlook for 2014 and 2015, revising the former to 1.3 percent from a previous forecast of 1.2 percent, slightly less than expected. REUTERS/Susana Vera (SPAIN - Tags: BUSINESS SOCIETY) - RTR47UAS

Image: REUTERS/Susana Vera

Elena Casanovas
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El futuro del progreso económico

El pasado día 22 de marzo, el economista Branko Milanovic dio una charla en la escuela de negocios ESADE de Barcelona, en el marco del ciclo de debates “Big Challenges”, organizado en colaboración con “ESADEgeo-Center for Global Economy and Geopolitics” y presentado por el director de ESADEgeo, Javier Solana. Branko Milanovic, profesor en CUNY, es muy conocido por su estudio de las desigualdades globales. Ha dedicado varios papers y libros al tema, el último de los cuales fue publicado el pasado año bajo el título de “Global inequality: A New Approach for the Age of Globalization”.

La sesión consistió en una exposición y discusión sobre la siguiente curva, apodada “del elefante” por motivos obvios (con un poco de imaginación), que aparece en las primeras páginas del libro de Milanovic:

Se trata de una representación del nivel de crecimiento de los salarios a nivel global, para cada percentil de la población mundial. En el eje vertical se mide el crecimiento de los salarios entre 1988 y 2008, siendo 0 equivalente a ningún crecimiento y 100 al crecimiento máximo. El eje horizontal indica la posición que ocupan los individuos en función de su nivel de sueldo, de tal modo que se representan personas con mayores salarios a medida que avanzamos hacia la derecha. Por ejemplo, el 5 representa al 5% de la población más pobre del planeta, el 50% a los individuos situados en la mitad de la distribución mundial, el 99% al 1% más rico, etc.

Cabe destacar que esta distribución se hace agregando la población de todos los países, de tal modo que la procedencia nacional de cada individuo no está representada. Se muestran a las personas por su nivel de ingresos (adaptados al nivel de precios de su país, etc) independientemente del país del que se provenga. Estos datos han sido obtenidos a partir de encuestas de hogares y conseguir que sean comparables exige un complejo proceso de limpieza, que es precisamente donde reside una de las grandes dificultades de este trabajo.

Si atendemos al gráfico podemos observar, en primer lugar, que ha habido un aumento de los salarios generalizado para todos los niveles de renta. Solo el percentil 80 roza el crecimiento 0, pero incluso así está ligeramente por encima. Esto no quiere decir que todas las personas cobren más ahora que hace 30 años, pero sí que, en promedio, todos los niveles de renta cobran más que anteriormente. El aumento de los salarios ha sido pues, generalizado.

Lo importante del gráfico es, sin embargo, que nos muestra cómo de grande ha sido ese aumento para cada nivel de renta. Así, vemos que el 40% más pobre de la población mundial (del país que sea) ha aumentado sus salarios significativamente y que el incremento más grande se ha dado en las personas situadas entre los percentiles 40 y 65, aproximadamente. Si seguimos avanzando hacia la derecha, observamos como entre las rentas situadas entre los percentiles 70 y 95, es decir, entre el 30 y el 5% más rico del planeta, el aumento es mucho menor e incluso es prácticamente nulo en algunos tramos. Finalmente, el 1% de la población con salarios más altos del mundo (que incluye, por ejemplo, al 12% más rico de EEUU y al 2% más rico de Alemania), ha visto sus salarios aumentar de modo muy importante.

Milanovic nos insta a pensar este gráfico como si perteneciese a un país: vemos como la mayor parte del crecimiento se concentra en la clase media, lo cual parece una buena noticia. Sí que es cierto que puede parecernos injusto que el 1% se esté enriqueciendo tanto y que puede preocuparnos que las clases altas crezcan menos, pero en general, tratándose de un país, este panorama no sería desolador.

Sin embargo, el hueco que observamos entre el percentil 70 y el percentil 95 de la población mundial corresponde grosso modo con las clases bajas y medias de Europa Occidental y EEUU, cosa que inevitablemente nos causa preocupación. Fundamentalmente, es consecuencia de puestos de trabajo del sector industrial perdidos en favor de países asiáticos (China, India, pero también Vietnam, Filipinas, etc.), ya sea de modo directo, vía deslocalizaciones, o de modo indirecto, vía importaciones. Aunque estos puestos de trabajo hayan ido a parar a personas más pobres, es evidente que ello no es consuelo para los trabajadores occidentales. De hecho, la actual crisis de la política tradicional en occidente está muy relacionada con la percepción (correcta) de que aumentan las desigualdades respecto a los más ricos, de que se está perdiendo terreno con respecto a la competencia asiática y de que las perspectivas de mejora son menos halagüeñas que hace una generación.

Este es uno de los motivos que impulsan a buscar posibles soluciones para cerrar esta incipiente brecha. Javier Solana, citando el trabajo del economista francés Thomas Piketty, preguntó a Milanovic por la posibilidad de instaurar algún tipo de mecanismo fiscal para que exista una redistribución a nivel global. Milanovic se mostró escéptico respecto a esta posibilidad, argumentando que a) las instituciones internacionales no tienen la capacidad de llevar a cabo políticas de este tipo y que b) la voluntad política para aprobar este tipo de propuestas es nula. Una redistribución de este tipo posiblemente implicaría que las clases medias de los países occidentales, que no dejan de ser notablemente más ricas que el resto del mundo pese a estar creciendo a menor velocidad, transfirieran una parte de sus ingresos a los países en desarrollo. Esta posibilidad no parece factible y por tanto Milanovic se mostró más partidario de explorar modelos que den a los trabajadores algún tipo de participación en sus empresas para así aprovechar la alta tasa de retorno que tiene el capital (y no el trabajo). Añadió, además, que este tipo de medidas podrían ser adoptadas por los partidos socialdemócratas europeos.

Se le preguntó también por la posibilidad de modernizar el tejido industrial occidental y transformarlo en modelo de mayor valor añadido, que requiera mayor capital humano y produzca mayores retornos al trabajo, pero Milanovic destacó la falta de consenso en torno a la factibilidad de esta posibilidad, ya que también existe la narrativa que argumenta que una mayor digitalización tenderá a reducir puestos de trabajo.

Finalmente, se reparó también en el hecho de que el 10-20% de la población mundial, situada en su mayoría en África, esté creciendo a un ritmo relativamente lento. Esto podría dificultar que se tendiera a la convergencia global en el medio plazo, aunque habría que ver cómo afectan las altas tasas de crecimiento de la población africana a la situación del continente. Como se encargó de recordar Milanovic, los economistas son muy buenos haciendo diagnósticos, pero suelen fallar estrepitosamente cuando se les pide adivinar el futuro.

Pese a que vivimos en un mundo muy interconectado que exige tener información a nivel mundial, es enormemente complejo obtener datos para estudiar fenómenos como la desigualdad a gran escala. El trabajo de Milanovic es pionero en esta área y se ha convertido en fundamental para entender el proceso de globalización.

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