Comercio exterior: ganadores y perdedores en el Norte y el Sur

Image: REUTERS/Carlos Jasso

Julián Messina
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Tras el referéndum del Brexit y las elecciones en Estados Unidos, en todos lados los comentaristas han debatido quiénes son los ganadores y perdedores cuando se trata de comercio exterior. La mayoría de los economistas concuerdan en que un mayor intercambio comercial en general es bueno, pero que su impacto puede variar de forma dramática. La relación entre comercio exterior y desigualdad se vuelve entonces menos obvia.

Por empezar, los impactos del comercio exterior sobre la desigualdad pueden ser muy distintos en economías industrializadas y emergentes. En las primeras, donde la oferta de trabajo calificado es más abundante, el comercio exterior bien puede reducir aún más los salarios más bajos; pensemos en que más empleos no calificados sean desplazados a otros países donde el trabajo no calificado es más barato. Pero en las economías emergentes, donde el trabajo no calificado es más abundante, la demanda de trabajadores menos calificados podría aumentar, produciendo el efecto exactamente opuesto. Según esta visión, el comercio debería reducir la desigualdad en las economías emergentes. Por otro lado, nuevas teorías del comercio que se centran en la productividad de distintos tipos de firmas podrían apuntar a un aumento de la desigualdad como en los países más ricos.

Entonces, ¿qué sucedió en América Latina? En la gran liberalización comercial de los años 90, los salarios en industrias protegidas —muchas de las cuales empleaban gran cantidad de trabajadores de baja calificación— se redujeron para sobrevivir la competencia extranjera. También se crearon empleos nuevos con altos salarios. Un caso de estudio interesante es el impacto de NAFTA en México. La introducción del acuerdo de libre comercio destruyó algunos empleos manufactureros de bajo valor agregado en industrias que solían estar protegidas. Pero creó empleos con mejores salarios al conectar firmas mexicanas con sus pares norteamericanos. Además, impulsó las exportaciones, y probablemente produjo impactos positivos en general; hubo un aumento de los salarios y una significativa reducción de la pobreza.

La década del 2000 fue distinta. Los exportadores de materias primas, en particular en América del Sur, se beneficiaron con el auge sin precedentes de China. El país asiático creció a una tasa promedio de más de 10% anual durante 10 años y se convirtió en la segunda economía global, ¡similar a sumar una economía del tamaño aproximado de Argentina todos los años! Los cambios en distintas industrias y dentro de las mismas en América Latina en beneficio de los trabajadores de baja calificación en momentos en que la región había adquirido mejores habilidades creó situaciones de escasez de trabajadores de baja calificación, e incrementó sus salarios. Pero claramente lo que estaba sucediendo iba mucho más allá de los cambios en el comercio exterior que favorecían reducciones de la desigualdad. Algunos países aprovecharon el crecimiento rápido para modificar regulaciones del mercado laboral (aumentando y endureciendo la aplicación del salario mínimo) y otros profundizaron redes de seguridad como transferencias condicionales de efectivo.

La relación entre comercio exterior, pobreza y desigualdad es compleja, y es posible que sea distinta en América Latina y el Caribe que en Estados Unidos y el Reino Unido.

Siempre es probable que los cambios en el comercio exterior produzcan ganadores y perdedores a nivel microeconómico.

Los gobiernos pueden implementar políticas para compensar a los perdedores y asegurarse de que quienes terminan desempleados tengan alternativas. Pueden brindar programas, por ejemplo, para que los trabajadores adquieran las habilidades que necesitan. La próxima edición del libro insignia del BID, Aprender mejor: Políticas públicas para el desarrollo de habilidades, analiza qué políticas públicas funcionan, y cuáles no, para mejorar las habilidades de la fuerza laboral. Un mayor crecimiento podría generar recompensas para muchas personas en muchos países. Pero sus impactos potencialmente negativos sobre unos pocos que no se benefician deberían ser paliados.

El informe macroeconómico 2017 de América Latina y el Caribe del BID considera los aspectos positivos y negativos de la integración comercial en la región. También contiene una propuesta concreta sobre cómo debería avanzar la región, y encontrar un camino para crecer más en un escenario comercial global nuevo y muy incierto.

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