European Union

¿Hablará Europa en francés?

Outgoing French President Francois Hollande (L) and President-elect Emmanuel Macron attend a ceremony to mark the end of World War II at the Tomb of the Unknown Soldier at the Arc de Triomphe in Paris, France, May 8, 2017.  REUTERS/Stephane De Sakutin/Pool - RTS15N6Z

Image: REUTERS/Stephane De Sakutin/Pool

Francisco Longo Martínez
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A estas alturas, todos sabemos que Emmanuel Macron, Presidente electo de Francia, es un político europeísta. Su condición de tal se ha resaltado justamente por ser el único candidato que la proclamaba sin reservas. Pero, ¿qué alcance tiene su declarado europeísmo?, ¿cuáles son sus ideas sobre el desarrollo del proyecto común y los problemas que lo aquejan? ¿mantendrá, en el plano europeo, un comportamiento inercial, o estamos ante alguien decidido a impulsar desde París una política europea con acento propio? Son cuestiones trascendentes, porque no hablamos de un país cualquiera. Francia forma, con Alemania, el núcleo duro de esta UE en crisis, desde la que los españoles afrontamos, para lo bueno y lo malo, los desafíos colectivos de la era global.

Las respuestas deberán esperar, pero algunas predicciones pueden aventurarse, si repasamos lo que el nuevo Presidente ha declarado durante los últimos meses. Aunque algunos han atribuido indefinición a sus propuestas, la agenda europea con la que ha concurrido a la elección es vigorosa y precisa. Por lo pronto, hay en Macron una clara afirmación de identidad: “L’Europe c’est nous”, ha repetido. No existe, en su visión de las cosas, una separación entre interés nacional y europeo, y su propuesta europea es parte inseparable del proyecto presentado a sus compatriotas. A su vez, está convencido de que Francia debe asumir una responsabilidad central en la UE. Y ha expuesto ideas propias sobre los desafíos del proyecto europeo y el modo de afrontarlos.

A su entender, la crisis de la Unión es, sobre todo, una crisis de ambición y de liderazgo. “El error de los últimos diez años es que no quisimos avanzar”. La derrota, en Francia y Holanda, del proyecto de Constitución europea y las complejidades de la ampliación abrieron un ciclo de desmoralización y parálisis. El proyecto ha decaído porque el consenso se fue articulando sobre las posiciones de los más reticentes.

La respuesta de Macron es un relanzamiento del proyecto, pensado en grande: Hay que crear una nueva ambición europea –dice- y saber transmitirla a nuestros ciudadanos. Los que no quieran avanzar no pueden impedirlo a los demás. Esto implica, desde luego, una Europa a varias velocidades, lo que no es nuevo. Históricamente, la construcción de la UE se debe al liderazgo de algunos países que fueron llevando el proyecto más allá de sus límites y consiguieron arrastrar a otros. Su propuesta va a concretarse –anuncia- en un plan a diez años que presentará en verano y que aspira a que pueda lanzarse en enero de 2018, una vez cerrado el ciclo de elecciones en Europa.

La doble velocidad se manifiesta con claridad en un plan diferenciado para la Eurozona, que propugna para los 19 una verdadera armonización fiscal y social, con instituciones políticas propias. Esto incluye un presupuesto común, un ministro de finanzas y un parlamento. Y, por supuesto, la aceleración de la unión bancaria. En la escala de la UE27, su plan contempla un proceso de convención europea que abra una dinámica favorable al crecimiento y la inversión, con una agenda centrada en la inmigración, la industria, el medio ambiente, la digitalización y una regulación más integrada y eficiente del mercado único. Y abordar también la protección de los valores europeos. Para Macron, debemos defender nuestros intereses en el Brexit, pero también nuestros valores en Hungría y Polonia.

Tanta ambición -que no excluye la revisión de tratados- exige un consenso sólido, de entrada, con Alemania. sobre el que Macron parece muy consciente y predispuesto. Alejado de los clichés anti alemanes de muchos de sus compatriotas, cree que el desequilibrio actual entre ambos países tiene raíces económicas, y es culpa, sobre todo, de los franceses, que no han sabido hacer en los últimos años las reformas capaces de impulsar la competitividad de su economía. Por eso –enfatiza- un proyecto económico y social transformador para Francia es clave para reequilibrar y fortalecer el núcleo básico de la Unión. Tiene razón, y aquí pueden aparecer las principales dudas sobre la viabilidad de su discurso. Sólo un liderazgo sólido en Francia dará a Macron la plataforma que necesita para proyectarse como líder europeo. Los reflejos estatistas y corporativos de la sociedad francesa, la polarización de su esfera pública y la carencia de una base partidaria propia hacen temer serias dificultades domésticas para el nuevo Presidente.

Ojalá tenga éxito al afrontarlas. Sería, para todos nosotros, los europeos, una gran noticia.

Este artículo ha sido publicado originalmente en Expansión, el 8 de Mayo de 2017

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