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¿Llevará a Grecia a algún lugar el crédito puente del FMI?

Greek Finance Minister Euclid Tsakalotos attends a parliamentary session in Athens, Greece July 15, 2015. Prime Minister Alexis Tsipras battled to win lawmakers' approval on Wednesday for a bailout deal to keep Greece in the euro, while the country's creditors, pressed by the IMF to provide massive debt relief, struggled to agree a financial lifeline.     REUTERS/Alkis Konstantinidis   - RTX1KFID

Image: REUTERS/Alkis Konstantinidis

Mohamed A. El-Erian
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El Fondo Monetario Internacional ha resucitado una vieja técnica – comúnmente utilizada en los años ochenta durante la crisis de la deuda latinoamericana – que puede permitir que Grecia evite entrar el próximo en moratoria de pago de la deuda que sostiene con acreedores europeos. El respiro también le otorga tiempo al FMI y a sus socios europeos para resolver sus diferencias técnicas sobre el crecimiento del país y las proyecciones presupuestarias. Sin embargo, el elegante compromiso del Fondo deja a Grecia bajo la sombra de una enorme deuda pendiente; la reducción de tal deuda requerirá que Europa encuentre una forma de dejar de lado la política nacional y actúe sobre la base de la lógica y necesidad económica.

Europa y el FMI han sido incapaces de conciliar dos puntos de vista sobre la sostenibilidad de la deuda de Grecia, y las diferencias entre ambos lados se han filtrado al dominio público. Guiadas principalmente por un análisis de flujo de efectivo, las autoridades europeas sostienen que las bajas tasas de interés y los vencimientos a largo plazo han hecho que la deuda del país sea sostenible. Sin embargo, el Fondo señala que el stock de deuda de Grecia, que se sitúa en casi el 200% de su PIB, disuade el ingreso de flujos de inversión y de capital. Para el FMI, una reducción significativa de la deuda es fundamental para generar la confianza y la credibilidad necesarias para, a su vez, romper un prolongado período de empobrecimiento de Grecia.

Esta no es la única área de desacuerdo entre los dos principales acreedores de Grecia. Ellos también difieren sobre el realismo de algunas proyecciones económicas clave, incluyendo el importante nexo entre el crecimiento y el presupuesto del gobierno, tema en el cual Europa adopta una perspectiva mucho más optimista.

Para aquellos de nosotros que hemos seguido la tragedia económica griega por muchos años, gran parte de la opinión europea sigue desafiando la lógica económica – y esto ocurre por una sencilla razón: los políticos europeos se preocupan por las consecuencias políticas internas que conllevaría la concesión de un alivio de la deuda a Grecia, especialmente antes de elecciones federales de Alemania en el mes de septiembre. Se teme que el alivio de la deuda podría socavar la credibilidad de los partidos gobernantes y dar impulso a los movimientos extremistas.

Sin duda, el perdón de la deuda es complejo, ya que plantea temas complicados con respecto a la equidad y los incentivos. Sin embargo, en algunos casos, llega un momento en que la negativa a perdonar la deuda es más perjudicial. Los funcionarios europeos saben tan bien como lo sabe el FMI que Grecia ha estado por largo tiempo en esta etapa, convirtiéndose en un país que está permanentemente “bajo la tutela del estado” dentro de una eurozona que no acomoda bien a esta situación resultante. Pero, parece que las autoridades no tienen la capacidad para actuar.

Al haber Europa y el FMI fracasado en cuanto a llegar a un acuerdo, a Grecia se le ha robado la financiación adicional que necesita para compensar los atrasos internos y cumplir con sus pagos, bastante grandes, de servicio de la deuda externa en el mes de julio. Mientras tanto, el crecimiento languidece una vez más, a pesar de la recuperación del desempeño económico en Europa en su conjunto. Para superar este cuello de botella, el FMI ha llegado a un acuerdo, reviviendo la práctica de aprobar un programa de financiación “en teoría”.

Una aprobación en teoría envía señales sobre el respaldo del Fondo a las intenciones de política económica de un país. Esto puede desbloquear otros financiamientos (en este caso, provenientes de Europa). Pero el FMI se abstiene de desembolsar sus propios préstamos, en espera de un resultado más satisfactorio con respecto a las garantías financieras en general (en este caso, un alivio adecuado de la deuda para Grecia).

Se trata de un compromiso a corto plazo que reconoce el calendario político de Europa y sus limitaciones, compromiso que ayuda a Grecia a evitar una moratoria durante el verano y protege los recursos del FMI. Este arreglo desplazaría una mayor parte de la carga de financiación con dirección a Europa, que es su lugar de pertenencia correcto. E incluso proporciona una señal de unidad, a pesar de la persistencia de importantes desacuerdos.

Pero esta no es más que otra solución temporal – o, para ser menos generosos, es la continuación de lo que ha llegado a conocerse como el abordaje de “extender y fingir”. Si bien se aborda el asunto de la financiación inmediata, no se está haciendo lo suficiente para situar a Grecia en un camino realista de crecimiento y viabilidad financiera a mediano plazo. También se corre el riesgo de exponer al FMI a una presión política aún más intensa, acentuando interrogantes legítimas sobre la uniformidad en el trato que esta institución dispensa a los países miembros.

Habiéndose comprometido, el FMI debe mantenerse firme en su posición y negarse a tornar su acuerdo respecto a Grecia en operacional hasta que se dé por satisfecho tanto con relación al alivio de la deuda como con los supuestos técnicos. Y, en lugar de cantar victoria, como estaban dispuestas a hacerlo a mediados de junio mediante una declaración de los ministros de Finanzas de la eurozona, las autoridades europeas deberían tratar este compromiso como el siguiente paso para ablandar su postura cada vez más insostenible sobre la deuda griega.

Mientras tanto, sería aconsejable que ambas partes procedieran a un cuidadoso análisis de las experiencias anteriores con programas que fueron aprobados en teoría, y que no se tornaron inmediatamente en operacionales. Cuando estos programas se definen bien, incluyendo la especificación de un período corto para que cambien y se tornen en programas plenamente operativos, dichos programas pueden servir como un catalizador y un conducto para relajar una restricción vinculante respecto al crecimiento y la viabilidad financiera. Estos programas necesitan ser parte de un proceso constructivo. No funcionan como soluciones independientes.

A pesar de algunos obstáculos a lo largo del camino, la seguidilla de estos programas en los años ochenta ayudó a evitar incumplimientos perjudiciales y culminó en reducciones significativas de deuda y obligaciones de servicio de la deuda, lo que ayudó a varias economías latinoamericanas a restablecer un alto crecimiento y viabilidad financiera. Unos años más tarde, el proceso se repitió con éxito en los programas de reducción de la deuda para los países de bajos ingresos bajo la Iniciativa HIPC (países pobres muy endeudados).

El compromiso a corto plazo entre el FMI y Europa, al que se arribó a regañadientes, llega después de meses de negociaciones que a veces fueron mordaces. Por el bien de Grecia y por la credibilidad de sus propias interacciones futuras, deberían considerarlo como un trampolín para la resolución definitiva (y muy retrasada) del malestar económico y financiero de Grecia. Los ciudadanos griegos ya esperaron y sufrieron durante demasiado tiempo.

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