La Ley de Weber: por qué el tiempo pasa más rápido a medida que nos hacemos mayores

Sherman, the overweight hedgehog, sits on top of a scale displaying the weight of 1477 grams (3.26 lbs) at the Ramat Gan Safari Zoo, near Tel Aviv, Israel January 3, 2018.

Image: REUTERS/ Amir Cohen

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¿Qué ocurre cuando entras a una habitación a oscuras y hay una vela encendida? Te percatas enseguida de la llama prendida, ¿verdad? Y si esa estancia está completamente iluminada, ¿cuánto puedes tardar en darte cuenta de que hay una vela alumbrando?

Casi con toda probabilidad mucho más que cuando apenas hay una fuente de luz.

Ocurre lo mismo con el peso. Una persona puede distinguir perfectamente la diferencia de una pesa de 100 gramos de una de 120 pero no tan fácilmente la de una de 200 gramos de una de 220. Son 20 gramos de diferencia en los dos casos, sí, pero nuestra percepción se ve alterada por la Ley de Weber.

Un algoritmo

Y es que fue Ernst Heinrich Weber, un aclamado médico alemán de finales del siglo XIX que desarrolló una importante labor en los campos de la fisiología y la psicología, el primero en darse cuenta de esto y traducir este fenómeno en una ecuación o algoritmo.

La fórmula la mejoró un psicólogo coetáneo, también alemán, llamado Gustav Theodor Fechner, así que la ley realmente podría llamarse Weber-Fechner pero es más conocida por el nombre del primero.

Consiste en que cuando se comparan dos estímulos pequeños, basta una diferencia mínima para distinguirlos perfectamente. Ahora, si son grandes, deben ser muy distintos entre uno y otro para poder darnos cuenta.

Por eso con las pesas, aunque se trate de 20 gramos de diferencia en ambos casos, cuesta mucho menos distinguir la diferencia de tamaño en las pesas de menor tamaño. Y también con la vela y la habitación iluminada, donde el estímulo y la fuente de luz es mayor.

Ocurre lo mismo con el tiempo, con el tamaño, con la altura de las cosas o con prácticamente cualquier cosa. Nuestra percepción cambia y nos resulta más difícil hallar diferencias en masas o unidades mayores.

Esta ley también explica por qué el tiempo se acelera cuando nos hacemos mayores.

"Aunque un año tiene siempre la misma duración, la relación entre lo que dura uno y el tiempo que llevas vivido es cada vez más pequeña", explica la divulgadora matemática Hannah Fry en un video en el canal de YouTube de Numberphile, una web especializada en la ciencia de los número.

Eso quiere decir que cada año que pasa añade perceptualmente menos al total de nuestra vida que un año cuando somos niños de corta edad, de ahí que al hacernos mayores nos dé la sensación de que el tiempo pasa más rápido.

Fry utiliza también el ejemplo de las condenas de prisión.

"Un período de seis meses entre rejas se siente mucho más que un plazo de tres. Pero una pena de 20 años y tres meses no se percibe mucho más que otra de 20 años", explica.

En conclusión, al aumentar la cantidad o el tamaño, cada vez apreciamos menos las diferencias de tiempo o peso.

De acuerdo Numberphile, esta es una técnica que usan las compañías en sus labores de marketing.

Por ejemplo, aseguran que aumentar sustancialmente el precio de productos muy caros como electrodomésticos o propiedades, es más difícil de detectar que si se sube el precio de la leche, el pan o productos más baratos.

También, dicen desde Numberphile, lo utilizan para reducir el tamaño de los productos que siguen manteniendo el mismo precio. La disminución en el tamaño de una tableta de chocolate, por ejemplo, debe hacerse muy sutil y gradualmente para que el consumidor no la perciba.

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