Salud mental

La moda en Silicon Valley de duchas frías y otras situaciones incómodas para afrontar el día

An 88-year-old Russian woman swims in the Songhua River during the Harbin international ice and snow festival in Harbin, northeastern China's Heilongjiang province, January 5, 2007.

Image: REUTERS/Jason Lee

Virginia Mendoza
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Una mujer octogenaria sale del agua. Pasea en bañador sobre una playa nevada: desafía al invierno. La mujer del bañador asegura que, gracias a este ritual, se escapa del resfriado durante todo el año. La escena se repite cada año en La Concha, San Sebastián, en días como Año Nuevo. Si no fuera porque aparece en los informativos, cualquiera pensaría que sugiere algún tópico; un chiste malo. Esta noticia comodín es al invierno lo que «hace calor en Benidorm» es al verano.

Alentados por deportistas de élite, los trabajadores de Silicon Valley están poniendo de moda las duchas heladas e incluso han creado aplicaciones para convertir esta práctica en un hábito. Pero mucho antes, la costumbre de bañarse en La Concha en enero fue dando lugar a una especie de hermandad bañista, integrada por mujeres que rondan los 80 años y que acuden al Cantábrico todos los días del año.

«Esto me da ganas de ir allí», dice el atleta Joel Runyon por e-mail, al leer esta descripción. Algo así debió de pensar Matías Prats después de dar la noticia cada año, y fue hasta La Concha a bañarse en pleno invierno.

«Me parece que los nórdicos también practican estos baños invernales de manera regular, y creo que tiene mucho sentido: si te expones constantemente a pequeñas dosis de estrés, estás reseteando la vaselina para lo que tu cuerpo es capaz de soportar», explica Runyon.

Joel Runyon es uno de los abanderados de la nueva moda entre los techies de Silicon Valley: enfrentarse a situaciones incómodas para combatir el estrés diario. Su especialidad es la ducha helada, que le ha llevado a dar charlas TED sobre los beneficios del agua fría por las mañanas y a crear su propia aplicación móvil. Aunque hay quienes prefieren enfrentarse a otras situaciones incómodas, como caminar sobre cajas llenas de serpientes, el agua helada está ganando más popularidad.

Concentrarse en el cuerpo para calmar la mente

Runyon lo llama Cold Shower Therapy. Es su forma de dar nombre a una obsesión y de difundir sus beneficios. A saber: aumento del ritmo cardíaco y de la circulación sanguínea, liberación de endorfinas y, según sus incondicionales, aumento de la productividad. De lo último no hay evidencia científica, ni de todos los supuestos prodigios que han comenzado a circular en torno a las duchas heladas.

¿Cómo puede el agua fría contribuir a adelgazar, a superar una depresión o a soportar jornadas de trabajo excesivas que más bien habría que combatir? En palabras de Runyon: «Te ayuda a orientar lo auténtico».

Este atleta empezó a tomar duchas frías hace cinco o seis años, especialmente antes de correr maratones y en los momentos más estresantes de su vida, así como antes de enfrentarse a situaciones que le asustan. También cuando estaba a punto de cambiar de rumbo: antes de dejar su trabajo y antes de crear su propia empresa. «Es un gran recordatorio de que las cosas no te van a matar solo por ser difíciles o incómodas», dice. Parece obvio, pero no existe mayor freno psicológico que el miedo.

Según la psicóloga Jara Pérez, todas estas rutinas que conforman lo que se ha llamado Positive Stress Movement tienen en común el cuerpo y cuánto lo hemos olvidado. Esta psicóloga asegura que si «estamos muy habituados a vivir altos niveles de estrés mental», es porque la mayor parte del trabajo «ha ido dejando de tener un componente físico para pasar a ser mayormente trabajo intelectual».

La saturación mental se puede combatir, por tanto, con cualquier tipo de actividad que nos haga pensar solamente en el cuerpo y en lo que estamos sintiendo.

«Entrar en contacto con tu propio cuerpo de una manera tan brutal hace que los pensamientos se apaguen y nuestros sentidos estén fijos en lo que está pasando en ese momento, en el agua congelada en contacto con nuestro cuerpo y lo mal que lo estamos pasando», explica Pérez.

Lo que hace que estas rutinas puedan ser positivas a nivel intelectual es, según esta psicóloga, la dificultad de pensar en lo que se va a afrontar a lo largo del día mientras se afronta una situación molesta. «También es real que cierto nivel de activación corporal es positivo para el buen rendimiento a todos los niveles y la vida sedentaria, que muchas personas llevan hoy en día, hace que nuestro nivel de ansiedad aumente, lo que por supuesto influye a nivel laboral», añade.

Como ella, Runyon considera que aunque la comodidad «suena bonita», el ser humano no ha sido «diseñado para estar cómodo». «Durante la mayor parte de la existencia humana, digamos durante el 99,9%, hemos vivido a prueba y expuestos a retos. Es duro, pero es como estamos programados; y también estamos programados para superarlo», dice Runyon.

«Y aunque parece que vivimos más cómodos, nunca en la historia el ser humano ha estado tan drogado, medicado y deprimido. ¿Por qué?». La respuesta que se le ocurre a su propia pregunta es que «biológicamente necesitamos superar retos y recibimos una recompensa química cuando conseguimos algo; pero por otra parte los seres humanos necesitamos algo por lo que esforzarnos después».

La diferencia entre realizar deporte o bañarse en agua helada sería, por tanto, muy reducida, a nivel mental. Solo es una cuestión de extremos. Por eso, Jara Pérez cree que este movimiento no hace más que recurrir a algo que muchos ya sabían: «que cierto nivel de activación o estrés positivo es necesario para funcionar bien porque el ser humano históricamente no ha sido un animal sedentario con todas las necesidades cubiertas».

El efecto de estas prácticas, asegura, es el mismo que puede tener «cualquier actividad que te haga entrar en contacto con tu cuerpo».

Image: Healthcentral

La clave está en conocer el estrés para combatirlo, en vez de rehuirlo, como se suele hacer de manera prácticamente generalizada. La premisa de los defensores del estrés positivo es que puede fortalecer a las personas. Ocurre, según Runyon, del mismo modo que «cuando quieres ponerte fuerte en el gimnasio y levantas pesas: con ello estresas tus músculos».

Por eso, considera que no es necesariamente negativo, sino que «solo significa que te estás enfrentando a tus capacidades. Cuando lo evitamos, podemos sentirnos bien, pero en realidad nos está haciendo más débiles».

Después de escuchar la charla TEDx de Runyon, Bruce Y. Lee escribió en Forbes: «Si necesitas duchas frías para provocarte estrés y estar incómodo con la vida, entonces has vivido una vida muy cómoda». Su crítica, de alguna manera le estaba dando la razón a los defensores de las duchas frías, aunque sin dejar de ser certera: quienes sufren cualquier tipo de discriminación o de barrera y oigan hablar de este movimiento, posiblemente «sientan más estrés, pero no de una manera positiva».

Lo peligroso de este discurso dependerá de quién lo interprete y lo difunda; cómo lo haga y con qué finalidad. Los baños fríos siempre existieron y siempre tuvieron sus defensores. No se trata de poner la vida en riesgo ni de abusar del trabajo. Aunque en Silicon Valley algunos están utilizando el hielo con una finalidad que podría resultar peligrosa: recurrir a situaciones estresantes para soportar jornadas de 18 horas es una forma de autoexplotación que podría llegar a justificar cierta esclavitud.

Según Jara Pérez, los abanderados del Positive Stress Movement no hacen más que «apropiarse de algo que muchos ya sabían» y llevar al extremo «una premisa básica y explotarla económicamente». Es, en definitiva, la monetización de lo que la señora de San Sebastián cuenta cada invierno.

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