Cinco reglas clave para la educación en línea de libre acceso

John McArthur
Director, Center for Sustainable Development, Brookings Institution
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Mundialmente, en la educación se le está dando más énfasis al aprendizaje que a la enseñanza. Esto se debe en gran parte al auge que están teniendo los cursos en línea masivos y abiertos (mejor conocidos como MOOC por sus siglas en inglés) los cuales están generando entusiasmo y también preocupación acerca del papel que juega la tecnología digital. Después de unos cuantos años de falsos comienzos, universidades como MIT, Harvard y Stanford han descifrado algunos elementos preliminares de una clave para el éxito mucho más amplia. Empresas como Coursera, EdX y Udacity se están asociando a éstas y muchas otras universidades para lanzar clases que conectan la facultad con estudiantes alrededor del mundo.

Las historias de éxito son inspiradoras. El año pasado más de 150,000 personas se inscribieron para el primer curso en línea sobre “circuitos y electrónica” de MIT, en el cual un adolescente de Mongolia obtuvo una puntuación perfecta. Coursera tiene alrededor de 5 millones de estudiantes tomando 400 cursos en siete idiomas. Mientras tanto, la clase de ética de Michael Sandel en Harvard se ha vuelto tan popular que el profesor ha alcanzado un estatus de celebridad en países como China y Corea, a miles de millas de distancia de su auditorio en Massachusetts.

El telón de fondo es una fórmula de difusión universitaria que ha cambiado muy poco a través de varios siglos. La denomino la experiencia “Uno a N”, o sea, un maestro en un salón parado frente a cierto número (N) de estudiantes. Históricamente, se ha preferido un número de estudiantes más pequeño, porque se supone que la interacción entre el estudiante y el maestro es más enriquecedora, aunque esto depende de la suerte que se tenga en cuanto a la calidad del profesor. Actualmente, la fórmula se ha invertido. Los MOOC se enfocan tanto en aumentar el número de estudiantes como en limitar el rol de la suerte. La idea principal es que cualquier número de personas, incluso millones a la vez, deberían poder tomar un curso con los mejores profesores del mundo.

La preocupación común es que los cursos con un alto número de estudiantes se vuelvan demasiado mecanizados, sacrificando calidad por cantidad. Las conferencias de alta calidad pueden ayudar a los estudiantes en la primera instancia, pero si un millón de personas toman la misma clase, entonces una pequeña fracción llega a interactuar con el profesor. ¿Cuáles son las mayores consecuencias de aprendizaje social si un millón de estudiantes “van a la escuela” juntos a través del mismo número de pantallas de video regadas por el mundo? ¿Y cómo pueden sobrevivir las instituciones que no tienen profesores estrellas?

Son preocupaciones válidas, pero colocan el problema y la oportunidad fuera de contexto. Cuando estuve en la facultad de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia, organicé un “salón de clase global” experimental que utilizaba tecnología por internet de bajo costo para conectar a facultad y estudiantes en un curso unificado que se propagaba por una docena de universidades a través de Asia, África, Europa y las Américas. La experiencia me motivó a identificar y descartar mis propias presuposiciones acerca de la fórmula “Uno a N”. También me llevó a reconocer y a desligar por lo menos cinco productos de aprendizaje distintos que los sistemas universitarios modernos deben proveer, cada uno con su propia fórmula de proveedores y participantes.

El primer producto es Motivación. Éste es el mundo de los profesores superestrellas donde el ganador se lo lleva todo, y se presta para experiencias “Uno a N-Grande”. Los estudiantes se sienten muy inspirados al poder acceder conferencias en vivo presentadas por líderes mundiales en cualquier campo en particular. Por ejemplo, alguien que está estudiando globalización y desigualdad estaría interesado en escuchar lo que tiene que decir un economista Nobel como Amartya Sen y Joseph Stiglitz. Los estudiantes en una clase de genética seguro quisieran escuchar al legendario profesor de MIT Eric Lander, el pionero detrás del Proyecto Genoma Humano. Aún si sólo unos pocos entre la gran audiencia llegan a hacer preguntas en vivo, ser parte de un salón de clase interactivo con un líder mundial puede suscitar un sentido de accesibilidad y motivación para la educación continua, algo que generaciones anteriores anhelaban.

El segundo producto es la Explicación. Los investigadores y profesores más famosos no son necesariamente los que mejor pueden explicar la materia. Personas como Salman Khan de la Khan Academy y Hans Rosling de Gapminder han conseguido un enorme grupo de seguidores mundiales al desarrollar maneras innovadoras de explicar temas a través de vídeos en línea. Igual de importante es el hecho de que no existe un método de explicación particular que sea mejor que los demás, ya que los estudiantes tienen muchos estilos diferentes de aprendizaje. Por lo tanto, éste es también un producto “Uno a N-Grande”, pero el Uno puede ser distinto para cada estudiante en cada asignatura. A medida que crece la biblioteca global de explicaciones por internet, los estudiantes tendrán aún más oportunidades de encontrar el Uno ideal para ellos.

El tercer producto es la Tutoría. Aquí es donde la N vuelve a achicarse. Aún con acceso a los instructores más inspiradores y lúcidos del mundo, los estudiantes necesitan la oportunidad de hacer preguntas, de sentir una conexión y explorar ciertos temas más detalladamente con un profesor que domine la materia. Los MOOC no eliminan el salón de clase local; simplemente le dan enfoque al rol que éstos cumplen. El monopolio que el conferenciante local tiene sobre la provisión de contenido ha terminado, pero su rol en mejorar el aprendizaje está más enfocado y abierto a seguir mejorando.

El cuarto producto es la Interacción. Los estudiantes necesitan la oportunidad de discutir conceptos entre ellos mismos. Esto cobra más importancia según van madurando y adquiriendo mayor autonomía y escepticismo hacia figuras de autoridad, incluso a través de la experiencia profesional. También es posible que se avecine un cambio generacional relevante para los jóvenes que han crecido con la información mundial al alcance de sus dedos. Este tipo de aprendizaje es de “N” a “N” entre los mismos estudiantes. La escala del grupo depende de los medios de interacción. Los grupos que se reúnen en persona se ajustan al tamaño de la clase local. Las interacciones en línea pueden ser tan grandes como lo permita la plataforma que se utilice.

El quinto producto es el Comentario. La mayoría de la gente aprecia los comentarios objetivos cuando se comunican en el tono adecuado. Y se debe evaluar los resultados del aprendizaje para que los estudiantes puedan comprender su propio progreso y saber cómo mejorar. Esto se suele hacer a través de calificaciones, en donde N se veía limitado al tiempo disponible que tenía un instructor. La tecnología está avanzando aceleradamente en este campo, con nuevas máquinas de lectura automática que hasta pueden evaluar ensayos. Aún no está claro cuan lejos puede llegar esta tecnología de calificación automatizada, pero es muy probable que pronto abarque un N mayor y de una calidad superior a la que muchos nos imaginamos actualmente. Esto posiblemente podría significar que los profesores locales cambien la distribución de tiempo de una evaluación ex-post a una tutoría ex-ante. En vez de “¿cómo te fue ayer?” la pregunta se convierte en “¿cómo puedes mejorar mañana?”

Estos cinco productos pueden ser universales. Sin embargo, debemos ser cautelosos a la hora de predecir tendencias en un campo que está sujeto a grandes innovaciones. Los cambios pueden llegar a reestructurar el modelo de negocio de muchas universidades. Pero lo más importante es que esto NO significa el fin de la universidad o del salón de clase. Al contrario, esto se debe ver como una fuente de renovación enfocada. Según se desliga el antiguo modelo dominante “Uno a N”, los profesores y las instituciones pueden refinar sus productos para poder competir en las áreas donde sus ofrecimientos pertinentes sobresalgan. Es posible que algunas escuelas tengan dificultad en mantenerse al día con la necesidad de cambio. Pero eventualmente, donde las cosas salgan bien, el resultado debe ser mejores oportunidades para quienes más importan: los estudiantes de las generaciones que están por venir.

Autor: John McArthur es Investigador Visitante de la Brookings Institution e Investigador Sénior de la Fundación de la ONU. Es Presidente del Consejo de la Agenda Global sobre la Pobreza y el Desarrollo Sostenible, y es miembro de los Jóvenes Líderes Mundiales. Síguelo en twitter @mcarthur.

Imagen: REUTERS/Adam Hunger

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