¿Qué tienen en común la Unión Europea y la India?

Pallavi Aiyar
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Durante un poco más tres años, mientras estuve cubriendo Europa entre 2009 y 2012, yo era la única periodista representando un periódico de la India con base en Bruselas, la sede de la Unión Europea. Era inevitable que pasara muchos días corriendo de las oficinas de la Embajada de la India a las múltiples direcciones de la Unión Europea. No pasó mucho tiempo antes de sentir que una rara forma de tinnitus me estaba afectando. Las mismas oraciones se repetían en mi oído, con frases como incapacidad para entregar “resultados significativos” y fracaso para desarrollar “mandatos claros para negociar”.

Me impactó ver que, de muchas maneras, los chinos eran los americanos de Asia, mientras que los indios eran los europeos. Como actores en la escena internacional, tanto Estados Unidos como China tienen metas fijas y pueden, de ser necesario, actuar decisivamente a favor de sus intereses nacionales. A pesar de la existencia de divisiones internas, son entidades coherentes que hablan con una voz unida. Respaldados por un poder concreto, sus planificadores estratégicos observan el efecto a largo plazo de rivalidades y alianzas en desarrollo.

En contraste, la India, como sus equivalentes europeos, es famosa por el lento paso de su toma de decisiones. Constreñidos por el funcionamiento de las políticas de coalición, tanto la UE como la India valoran el proceso sobre el desempeño. A menudo parece que no pueden articular una visión clara de sus intereses centrales, y las facciones internas secuestran las agendas unificadas y de largo plazo. Polifónicas y aparentemente caóticas, la UE y la India son las dos democracias más grandes del mundo. Pero a pesar de sus similitudes, o quizá debido a las mismas, ninguna participa activamente con la otra. Prueba de esta distancia son los vínculos económicos relativamente tenues entre la India y la UE, particularmente marcados cuando se contrastan con el peso de la relación entre la UE y China.

En 2013 el comercio de bienes entre China y la UE alcanzó un total impresionante de 428.3 mil millones de euros, y China obtuvo un superávit de aproximadamente 131 mil millones de euros. El comercio de bienes entre la India y la Unión Europea alcanzó sólo 72.6 mil millones de euros en 2013: menos de un quinto del comercio entre Europa y China. Las compañías europeas invirtieron sólo 3 mil millones de euros en la India en 2011, comparados con 17.7 mil millones de euros invertidos en China ese mismo año.

Para la UE, entidad con un solo mercado y una política de comercio común, esa falta de orientación hacia la India es, en gran parte, consecuencia de la economía. Sólo una fracción de la larga línea de comisionados europeos que esperan ir a China también van a la India. Casi todos los grupos de reflexión importantes en Bruselas tienen uno o dos expertos en China. Es notable que no exista un solo especialista de renombre sobre la India. La Embajada de China en Bruselas cuenta con más de 100 personas que incluyen académicos y estratégicos delegados por universidades. En contraste, la Embajada de la India cuenta aproximadamente con sólo una docena de funcionarios.

Los funcionarios europeos afirman que es más fácil negociar con los chinos que con los indios, pues aquéllos llegan a la mesa con objetivos claros y recursos adecuados para respaldar el proceso. Pero dicen que a los indios aparentemente les interesa más discutir que encontrar soluciones. También acusan a los indios de ser arrogantes y de carecer de suficiente personal.

Irónicamente, los indios acusan a los europeos de lo mismo. Ambigüedades acerca de las competencias de Bruselas frente a los estados miembros, la actitud paternalista del Parlamento Europeo –entidad que no duda en censurar a la India respecto a sus antecedentes en torno a los derechos humanos– y la falta de suficiente personal en los escritorios de la India en la Comisión Europea son algunas quejas comunes por parte de la India.

Mientras que China invierte una energía considerable en cultivar su relación con la UE, la India tiende a prestarle poca atención. A diferencia de Beijing o Washington, Bruselas no puede opinar con una sola voz acerca de los temas que le interesan a Nueva Delhi. La Unión Europea ha sido incapaz de formular una posición unida respecto a cuestiones importantes para la India, las cuales incluyen su deseo de ocupar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad en las Naciones Unidas así como apoyo en el Grupo de Suministradores Nucleares para el acuerdo de energía nuclear para uso civil de 2005.

La falta de una política exterior o de defensa convincente de la UE reduce su importancia estratégica para Nueva Delhi. Pero la incertidumbre sobre cómo lidiar con un gobierno supranacional tiene como consecuencia que la India no logra interactuar con la EU adecuadamente, incluso como socio económico. Por ejemplo, el Ministerio de Comercio de la India (a diferencia del chino) no hace públicas las estadísticas globales del comercio entre la India y la UE, así que China, en lugar de la EU, se considera el mayor socio económico de la India.

Es posible que el tratado de libre comercio que se ha estado negociando entre los dos gobiernos desde 2007 mejore la situación. Es el único trato bilateral continuo verdaderamente importante. Podría proporcionar un importante aumento a ambas economías, las cuales han enfrentado un clima difícil en recientes años. Pero las negociaciones han mostrado escasas señales de poder superar los obstáculos que las han entorpecido desde el inicio y siguen presas de intereses particulares. Los sindicatos proteccionistas, la poderosa industria del cabildeo, una coalición gobernante con prioridades divergentes así como un complejo proceso interno de toma de decisiones no dan resultados rápidos ni en la India ni en la UE.

Además, los indios se quejan de que en el tema de verdadero interés para Nueva Delhi –la entrega de visas para que profesionales indios laboren en Europa– los estados miembros se reserven la decisión final, haciendo de la UE un interlocutor con poca autoridad. Por su lado, los funcionarios europeos lamentan la falta de “ambición” de la India respecto a la reducción de aranceles en productos como automóviles y bebidas alcohólicas, así como en la liberación de servicios como los sectores de los seguros y el legal.

En consecuencia, la India y la UE siguen siendo cordiales conocidos más que amigos. La baja priorización mutua de vínculos bilaterales ocurre a pesar de la declaración de una “asociación estratégica” entre Bruselas y Nueva Delhi de 2004. Con el nuevo gobierno que tomará las riendas en Nueva Delhi este año, así como con un cambio de guardia en la Comisión Europea, el ímpetu que se ha logrado en los últimos años –por más mínimo que este sea– probablemente se disipará.

Y a pesar de eso, la EU y la India comparten más orientación y espíritu que lo que comparten con China o incluso con Estados Unidos. Se comprende la frustración de cada una de las partes con el proceso de toma de decisiones de la otra caracterizado por una falta de recursos e impulsado por coaliciones. Pero, a final del cuentas, a cada una le convendría evaluar a la otra no como una entidad fija, sino como un proceso continuo. Es posible que la UE no siempre sea tan ineficaz respecto a temas estratégicos como lo es en la actualidad, así como el alcance económico de la India no siempre estará limitado a su grado actual. Se está creando un nuevo orden global. Ni la India ni la UE pueden seguir dándose el lujo de ignorarse mutuamente.

Autor: Pallavi Aiyar es periodista india y autor. Ella es un Young Global Leader del Foro Económico Mundial.

Imagen: REUTERS/Vincent Kessler

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