Los artistas visionarios que dibujaron la carrera espacial

Scientist-astronaut Harrison H. Schmitt is photographed standing next to a huge, split boulder during the third Apollo 17 extravehicular activity (EVA) at the Taurus-Littrow landing site on the moon during the Apollo 17 mission in this December 13, 1972 NASA handout photo. The photograph is one of more than 12,000 from NASA's archives recently aggregated on the Project Apollo Archive Flickr account.  REUTERS/NASA/Handout via Reuters     THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. IT IS DISTRIBUTED, EXACTLY AS RECEIVED BY REUTERS, AS A SERVICE TO CLIENTS. FOR EDITORIAL USE ONLY. NOT FOR SALE FOR MARKETING OR ADVERTISING CAMPAIGNS - RTSK368

Image: REUTERS/NASA

Ana Martínez Aguilar
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Norman Rockwell tuvo que pintar la llegada del hombre a la Luna antes de que se produjera. Para que fuera lo más realista posible, la NASA le envió los planos de la nave encargada de viajar al satélite, pero debido al secretismo de la misión, se resistía a mandarle un traje espacial. Tras mucho insistir, el artista logró hacerse con la vestimenta del astronauta y, en 1967, dibujó un póster muy representativo de lo que ocurriría dos años después: la huella de Neil Armstrong en la superficie lunar.

Rockwell, célebre artista norteamericano ya fallecido, no es el único cerebro creativo que ha retratado la relación de la humanidad con los astros. Centenares de ilustradores han inmortalizado la carrera espacial y han reflejado los sueños de su generación, usando sus pinceles para crear escenas que no existían y que, en muchos casos, todavía no se han cumplido, como la llegada del hombre a Marte.

«El espacio es una enorme frontera sin límites donde la verdad es a menudo más extraña que la ficción», sentencia Pat Rawlings. Este ilustrador ha dibujado más de 1.000 lienzos para toda una serie de prestigiosas instituciones, como la NASA, la Enciclopedia Británica o Scientific American.

Su obra refleja más de un cuarto de siglo de planes de exploración espacial. Desde misiones planetarias robóticas a la exploración humana de otros mundos, especialmente el planeta rojo. Con 10 años, comenzó a leer cada libro de ciencia ficción que pasaba por sus manos, devoró las obras de Tom Swift, una serie de ficción juvenil, y de Robert Heinlein, uno de los grandes maestros del género. «Después de eso ya era un adicto de la exploración espacial».

Aunque la ciencia ficción suene mucho a fantasía y tramas inventadas, detrás de ella hay un profundo trabajo de investigación. Rawlings debe pintar acontecimientos lejanos o hasta inexistentes pero de una forma muy realista, con detalles que los conviertan en escenarios posibles.

¿Cómo es el módulo que llegará a Marte? ¿Y la expresión de un astronauta cuando mira a la Tierra desde la Luna? ¿Cómo vestirán los futuros habitantes del planeta rojo? Todo cuenta, cada minucia del diseño de la nave, los pormenores de una misión y las características del planeta, desde su geología hasta el clima o la gravedad de un cuerpo.

En este apasionante aprendizaje, Rawlings ha conocido a los mejores maestros. Ha trabajado directamente para dos astronautas, Donald Williams y Frank Culbertson, y ha recreado el espacio a través de conversaciones con seis de los hombres que han caminado sobre la Luna. Con quien más aprendió sobre los sistemas espaciales fue con Hubert Davis, el ingeniero principal de la Misión Apolo 11.

Lunar base concept, por Pat Rawlings en 1955

Una vez que cuenta con todos los detalles, libera su mente de las leyes terrestres y deja volar su imaginación. «Trato de sumergirme en estos datos y me veo a mí mismo caminando en el planeta. A veces, cuando estoy haciendo esto y alguien entra en mi estudio, casi salto de la silla de la sorpresa porque ¡he estado en otro planeta!».

Convencer a través de los sueños

Rockwell no fue el único pintor de la NASA, ni tampoco la agencia aeroespacial fue la única en contratar a ilustradores para que plasmasen los secretos del universo. La propaganda jugó un papel esencial en la carrera espacial. Mientras que Estados Unidos contaba con el programa NASA Arts para promocionar sus campañas extraterrestres, la Unión Soviética hacía lo propio. En plena Guerra Fría, los artistas rusos dibujaban estampas de sus misiones y logros con el estilo del realismo socialista.

Cada país utilizó a sus artistas para mostrar las ambiciones de la nación. Cuatro años antes de la misión de Yuri Gagarin, el cosmonauta soviético que se convertiría en la primera persona en salir al espacio, la película Road to the Stars ya mostraba algunos de los anhelos rusos, como crear una colonia lunar o, más factible, lograr salir de la atmósfera terrestre.

Más allá de los ambiciones nacionales, hubo una empresa que también unió a pintores e ilustradores con mentes científicas para vislumbrar el futuro de los viajes espaciales. Walt Disney apostó fuerte por la temática con Man in Space, el primero de tres episodios de la serie Tomorrow Land, dirigida por el animador Ward Kimball. Se emitió en 1955, adelantándose a los grandes acontecimientos espaciales que llegarían tiempo después.

Con un tono desenfadado, la miniserie recorre la historia de los cohetes y los satélites y recrea situaciones como un viaje alrededor de la Luna. El guion juega con los problemas a los que se enfrentan los astronautas, como la velocidad, la ingravidez o la radiación. Una combinación entre la magia del cine y la ciencia que colocó frente a la televisión a más de 40 millones de espectadores solo en el primer episodio.

Fotograma de Trip Around The Moon, 1955, de Walt Disney

Los sueños de aquella época permanecen vigentes, aunque la técnica cambia. Rawlings comenzó a crear arte espacial en los ochenta, cuando trabajaba con pinceles y un aerógrafo. A medida que pasó el tiempo, comenzó a usar el ordenador para visualizar escenas con reconstrucciones en 3D y conseguir una perspectiva y una escala perfectas.

A partir de 1995, la tecnología gráfica avanzó lo suficiente y combinó las dos técnicas. «Mi objetivo era que mis clientes no notasen una diferencia en la obra. A menudo no podían decir si había pintado la obra o la había creado en el ordenador», explica.

Aunque la Guerra Fría terminó y la fotografía es la nueva protagonista del relato de los acontecimientos espaciales, las recreaciones artísticas siguen trasladando a los ciudadanos visiones que todavía no han sido capturadas por lente alguna. En 2007, el artista de la NASA dibujaba un cinturón de polvo en el sistema estelar UX Tauri, nada menos que a 450 años luz de distancia.

La enormidad del universo resulta inalcanzable, y hay vistas que solo existen en las teorías que elaboran los científicos. El punto central de todas estas obras es la colaboración entre artistas, investigadores e ingenieros, que juntos nos hacen creer en fenómenos extraños y misiones casi inalcanzables.

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