Fourth Industrial Revolution

El metro cúbico más frío del universo

A small section of the expanding remains of the Veil Nebula, a massive star that exploded about 8,000 years ago, is seen in an image from NASA's Hubble Space Telescope released September 24, 2015.  The entire nebula is 110 light-years across, covering six full moons on the sky as seen from Earth, and resides about 2,100 light-years away in the constellation Cygnus, the Swan, according to NASA.  REUTERS/NASA/ESA/Hubble Heritage Team/Handout via Reuters  THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. IT IS DISTRIBUTED, EXACTLY AS RECEIVED BY REUTERS, AS A SERVICE TO CLIENTS. FOR EDITORIAL USE ONLY. NOT FOR SALE FOR MARKETING OR ADVERTISING CAMPAIGNS - RTX1S9VD

Image: REUTERS/NASA

Eduardo Sáenz de Cabezón
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A cinco mil años luz de la Tierra, en la constelación de Centauro, se encuentra la nebulosa Boomerang, el lugar más frío del espacio conocido. Su débil luz, emitida al tiempo que aquí se alzaban los megalitos de Stonehenge, nos dice que ese misterioso objeto está a doscientos setenta y dos grados Celsius bajo cero, apenas uno Kelvin, una miajita sobre el cero absoluto. El cero absoluto, la nada oscura y fría en la que una nube de polvo microscópico y gases en expansión acelerada nos hablan de la muerte de una estrella. Ese es nuestro frío futuro cuando muera el sol. Chungo pero cierto.

Y sin embargo ese entorno misterioso no es el lugar más frío del cosmos. El más frío está mucho más cerca, aquí al lado: en Italia. En serio, en un lugar escondido de la cordillera de los Apeninos, donde Marco se quedó helado echando de menos a su madre, se encuentra el metro cúbico más frío del universo. De todo el universo conocido. Se trata de una masa de cobre de cuatrocientos kilos de peso que situada a doscientos setenta y tres coma ciento cuarenta y cuatro grados Celsius bajo cero. Apenas seis miliKelvin, seis milésimas por encima del cero absoluto. No hay nada más frío. Nada.

Este gélido metro cúbico de cobre forma parte del experimento CUORE (no confundir con la infame revista homónima ni con el antepasado del Cornetto por muy helado que sea), en el que un consorcio de científicos de diversos países tratan de saber por qué estamos aquí, por qué existe el universo tal y como lo conocemos. Les cuento.

Según las leyes de la física, el teorema de Noether y los mecanismos de la física de partículas, el Big Bang debió formar la misma cantidad de materia que de antimateria. La materia la forman las partículas y la antimateria las antipartículas. Vamos, que igual que hay protones hay antiprotones, y también hay antielectrones, y con ellos se forman antiátomos. ¿Curioso no? Bueno, pues ocurre que cuando las partículas y antipartículas interactúan, se destruyen mutuamente generando energía. Así que si al principio se generaban partículas y antipartículas en parejas, el universo resultante debería ser sólo energía, sin materia. Pero aquí estamos ustedes y yo y los Apeninos. Al parecer en algún momento, de alguna forma, la materia se impuso, dominó a la antimateria y como resultado existe el universo, todo lo que nos gusta y lo que no.

La cantidad de materia supera de forma desmedida a la antimateria, prácticamente inexistente, y ese es uno de los misterios fundamentales del universo. Es esa extraña (y afortunada) asimetría la que estudia la gente de CUORE. En concreto están tratando de detectar desintegración doble beta sin neutrinos. Este tipo de desintegración, que sólo se ha planteado en la teoría, nunca ha sido observada y significaría que el neutrino es su propia antipartícula y que en esas desintegraciones (de momento teóricas) se produce materia sin producirse antimateria. Lo cual explicaría por qué hay más materia que antimateria y en fin, por qué estamos aquí.

Es complicado, sí, pero a veces la vida no es sencilla de explicar. Hay muchos científicos tratando de encontrar esas misteriosas reacciones que nos permitan saber por qué existe el universo: la gente del CERN, el proyecto NEXT en Canfranc, CANDLES en Japón o NEMO en Francia. Pero tal vez, quién sabe, el secreto de nuestra existencia está (literalmente) en un gélido corazón oculto bajo una montaña en Italia. En el metro cúbico más frío del universo.

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